SALUD

¿Es tóxico mi champú?

Desde alergias hasta cáncer o alteraciones en las hormonas y el sistema reproductor. Algunas sustancias nos rodean escondidas en cosméticos o desinfectantes, pero hay que empezar a evitarlas. Una guía ayuda a identificarlas

Sabe usted que nunca, bajo ningún concepto, debe usar lejía y amoniaco de forma combinada? ¿O que si se trata con un producto anti-caspa que lleva sulfuro de selenio puede sufrir un cuadro de irritación? Incluso, algunos componentes de cosméticos contienen disruptores hormonales o lo que algunos conocen como 'tóxicos para la reproducción'.

 

Rara vez nos paramos a leer la composición de limpiadores, productos de higiene o insecticidas, en parte, porque la inmensa mayoría de la gente no entiende nada cuando lee la composición escrita en los envases. Pero eso no debe ser excusa para no prevenir.

 

En el mercado europeo existen unos 100.000 químicos diferentes que se mezclan para formar millones de productos. Sin embargo, nunca se han analizado los efectos para la salud y el medio ambiente de más del 90% de estas sustancias.

 

Salud y Consumo y la Fundación Ecología y Desarrollo han editado una guía que informa sobre el riesgo químico en el hogar, y sobre las sustancias químicas peligrosas más comunes en nuestra vida diaria.

Allí ofrecen información acerca de las opciones más seguras a la hora de adquirir estos productos y explican que los daños ocasionados sobre la salud de las personas se pueden dividir en efectos agudos (quemaduras, irritación de ojos, de piel o de vías respiratorias, asfixia, mareos, dolor de cabeza...), o efectos crónicos (alergias, asma, enfermedades y lesiones respiratorias, enfermedades y lesiones del sistema reproductor, alteración del sistema hormonal, cáncer, etc). Estos últimos aparecen días, meses o incluso años después.

 

No son menos crudos los efectos sobre el medio ambiente. Por ejemplo, las sustancias químicas extremadamente preocupantes reúnen alguna de estas características: no se descomponen con rapidez en el medio ambiente (sustancias muy persistentes) y se acumulan en nuestros cuerpos (bioacumulables).

Sustancias a evitar

Pero, ¿qué sustancias debemos evitar? Son muchas, pero nos ceñiremos solo a las que tienen consecuencias directas en la salud de los usuarios. Solemos pensar que todas están en detergentes o desinfectadores, pero también se encuentran en nuestro lugar de aseo personal.

 

Se deben evitar los champús que tienen formalheido como conservante, porque es un agente cancerígeno reconocido. Es corrosivo al contacto con los ojos y la piel, e inhalar este gas puede causar edema pulmonar. Existen serios indicios de que, además, puede ser cancerígeno.

 

Además, los anti-caspa a base de sulfuro de selenio son irritantes y hay pruebas de carcinogenicidad en animales. En los cosméticos, el fenol y el fenil son conservantes, pero el primero puede afectar al sistema nervioso, el corazón, el hígado o el riñón.

 

Por ejemplo, en los detergentes, el glutaraldehido es un gran desinfectante, pero resulta altamente irritante, sobre todo al contacto con la piel y el sistema respiratorio (puede causar dermatitis alérgica, asma, rinitis y conjuntivitis).

 

Los amizcles sintéticos, usados para las fragancias de detergentes o ambientadores, son capaces de interferir en el sistema hormonal de peces y anfibios. Asimismo, están en geles de ducha, jabones, cremas de manos y perfumes. También se relacionan con alergias o pérdidas de concentración y mareos.

 

Por otra parte, algunas pastas dentales tienen triclosán, que puede irritar los ojos y la piel. En los desodorantes hay que evitar el clorhidrato de aluminio.

 

La lejía y el amoniaco, por su parte, pueden contaminar el agua y destruyen las bacterias beneficiosas que descomponen las aguas residuales. Estos dos productos no deben mezclarse nunca.

En los abrillantadores de suelo y muebles hay que evitar el fenol, que puede causar erupciones cutáneas. Su ingesta puede provocar convulsiones. Por otra parte, el limoneno suele usarse en ambientadores, aunque sensibiliza la piel si el contacto es prolongado. En estos casos también se deben evitar el naftaleno o el fenol.