Fiestas de la Vaquilla

Cuando la sátira salta al ruedo de Teruel

La tradicional merienda en la plaza de toros congregó a decenas de personas disfrazadas con los más variopintos atuendos.

Merienda en la plaza de toros
Cuando la sátira salta al ruedo de Teruel
J.E.

Nadie en Teruel parecía sentir el domingo el efecto de los implacables rayos del sol a las seis de la tarde, cuando peñas, charangas, además de los concejales y alcalde con los maceros al frente, desfilaron aparentemente sin bochorno hacia la plaza de toros para disfrutar de la merienda, un acto que reventó, literalmente, el coso.


La merienda, antaño un evento familiar destinado a la exhibición de los toros que correrán hoy ensogados y a degustar en las gradas el típico ‘regañao’ –torta con pimientos y jamón, arenque o panceta–, se ha convertido actualmente en un acontecimiento impregnado de ácida crítica social y de repaso a la más rabiosa actualidad.


Por el albero pasaron decenas de peñistas disfrazados con los atuendos más variopintos. Una decena de personajes representando al polémico Alberto Chicote, con gorros altos y vistosas camisolas de cuadros, incluida su prominente barriga, pasearon su ingenio ante los ojos de los turolenses.


Militares con traje de camuflaje, escoceses y un grupo de jóvenes representando el anuncio de las galletas oreo se dedicaron casi exclusivamente a mostrar su indumentaria. La merienda la dejaron para otro momento. Cerca de ellos, una hilera de chicas a punto de salir del cascarón y unas geishas de fucsia y sombrilla, pero con barba, saludaban al tendido.


No faltaron puestas en escena basadas en los cómics siempre de actualidad, como los Simpson, con un autobús amarillo a punto de llegar al colegio de Springfield; o los tigres de Marsupilami, historietas puestas de actualidad en los videojuegos.Vaquillas al ruedo

La merienda, cada vez más una excusa para que los turolenses reflejen a través de curiosas escenificaciones detalles de actualidad, no tendría sentido sin la docena de vaquillas que salen al ruedo.

Buena parte de los pequeños astados, con los cuernos enfundados para reducir su peligrosidad, se mostraban aturdidos ante la muchedumbre.


Tan solo uno de los animales, el segundo, recibió una larga ovación del público. Su hazaña: saltar la barrera tres veces, ante el regozijo y también el susto de las decenas de mozos allí refugiados. Cada diez minutos aparecía una vaquilla, que se recogía al sonido de una sirena por la puerta de los toriles detrás de un gigantesco manso.


Mientras tanto, en las gradas y palcos, en estos últimos al resguardo del sol, se degustaba la merienda, un repertorio de viandas que iban desde los simples bocadillos a la conserva aragonesa, sin olvidar pastelitos para rematar el picnic.


En el palco de la presidencia, el alcalde, Manuel Blasco, entraba y salía, y hablaba con la presidenta de la Diputación Provincial, Carmen Pobo, y atendía a la legión de autoinvitados que se acercaban «por si caía algo», decía uno de ellos, haciendo referencia a la merienda.


Después de hora y media de vaquillas, de sirenas y del trasiego de los bueyes entrando y saliendo por los toriles, el calor y también el desinterés comenzó a hacer mella en los tendidos al sol, destinados a las peñas.


Una desbandada general provocó enormes vacíos en las gradas, y poco a poco fueron desapareciendo los mozos disfrazados y las charangas, que al final dejaron la plaza de toros sin sonido musical.

Los apasionados de la tauromaquia aguantaron, no obstante, hasta el final, cuando salieron al ruedo los cuatro toros que correrán el lunes ensogados por las calles del centro de la ciudad.


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