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David Rojas, el párroco que restaura la iglesia de Andorra para devolver la ilusión a los vecinos

En dos años ha reparado el tejado y recuperado todas las obras de arte. Asegura que el templo ha ganado fieles y turistas

El lienzo de la iglesia de Andorra que está siendo restaurado por la Fundación Santa María de Albarracín.
El lienzo de la iglesia de Andorra que está siendo restaurado por la Fundación Santa María de Albarracín.
Heraldo

La iglesia mayor de Andorra, un edificio de grandes dimensiones levantado en el siglo XVI que perdió prácticamente todas sus obras de arte durante la Guerra Civil, está recuperando su esplendor. El párroco de la localidad, David Julián Rojas, se ha propuesto restaurar el templo y devolver con ello a los vecinos la autoestima e ilusión por el futuro que muchos perdieron con el cierre en junio de 2020 del principal foco generador de empleo, la central térmica.

En apenas dos años, ha sido reparada una parte del tejado, se han recuperado las cúpulas internas y se está consolidando la torre campanario. Se ha renovado el sistema de iluminación y han sido restaurados la cruz procesional, el cáliz, la custodia, la pila bautismal y la escultura del Cristo que preside el templo desde el presbiterio. El próximo 20 de marzo, volverá a la iglesia el gran lienzo del siglo XVIII dedicado a la Natividad de la Virgen que está siendo restaurado por la Fundación Santa María de Albarracín desde el pasado mes de enero.

David Julián Rojas, el párroco de Andorra.
David Julián Rojas, el párroco de Andorra.
Heraldo

"La realidad política y social de Andorra, con el cierre de la térmica y la amenaza de la despoblación, ha calado en la gente y ha generado desilusión", afirma Rojas, quien llegó a España desde su Colombia natal hace 12 años y lleva tres de labor pastoral en la Villa Minera. "Creo que la recuperación de los bienes de la iglesia está devolviendo la esperanza a mayores y jóvenes, porque, seas o no creyente, el patrimonio es la memoria de un pueblo", subraya.

Según sostiene, a medida que la parroquia ha ido recuperando su brillo, el edificio no solo ha registrado una mayor afluencia de vecinos, "sino también de turistas que se acercan a conocer el interior del templo". "La gente lo ve y lo promociona", afirma. "Todo suma y, al final, es gratificante", añade.

Para reunir el dinero suficiente que permita llevar a cabo las restauraciones, David Julián Rojas ha puesto en marcha dos campañas. En una de ellas, con la ayuda de los vecinos, sorteó una gran cesta de productos de alimentación y los fondos se destinaron a las obras en las cúpulas. En otra, animó a la población a hacer aportaciones económicas con la difusión de un vídeo en el que un grupo de andorranos destacaba el valor artístico y sentimental del templo.

Además, como admite el propio párroco, su tesón para conseguir los fondos suficientes le ha obligado a ser "un poco pesado" ante distintas instituciones con capacidad para financiar las obras, como el Ayuntamiento de Andorra, el Gobierno aragonés o el Arzobispado de Zaragoza, al que pertenece su parroquia.

Rojas recuerda que tras su afán restaurador está la idea de "la dignidad que deben tener todos los elementos que se utilizan en el culto". Así, al llegar a la Parroquia, consideró "urgente" recuperar las piezas de orfebrería, por ser utilizadas estas en la celebración de la Misa, y dejó para después los elementos decorativos.

Uno de los mayores lienzos de la provincia

Entre estos últimos se encuentra el lienzo de la Natividad de la Virgen en proceso de restauración por la Fundación Santa María de Albarracín y que, por sus dimensiones –casi cuatro metros de alto por tres de largo–, es uno de los más grandes de la provincia. La obra, el único bien visible de la iglesia que sobrevivió a la Guerra Civil, tiene tras de sí una historia aún sin aclarar, pues se desconoce si la pieza se salvó porque parecía una pintura mural y por tanto no fue quemada o porque alguien la ocultó en el coro tras una capa de yeso.

La recuperación de la pintura, que formaría parte del retablo mayor, no ha estado exenta de complejidad. Su gran tamaño ha obligado a los restauradores a idear una plataforma sobre ruedas que les ha permitido desplazarse por encima del cuadro e intervenir en las zonas alejadas de los bordes.

Así lo explica el gerente de la fundación de Albarracín, Antonio Jiménez, quien destaca que otra de las dificultades ha consistido en eliminar la gran cantidad de parches y pegamento con los que en 1950 se taparon los agujeros que presentaba la tela del cuadro. Al parecer, estos remiendos "tensionaron" el lienzo con riesgo de que este sufriera daños. Además, la pintura, con efectos tenebristas, se unió a un nuevo marco con tan mala fortuna que quedaron ocultos algunos elementos de la composición. "Es un lienzo formidable que ahora vuelve a brillar", concluye Jiménez.

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