El desmantelamiento de la central térmica de Andorra para implantar actividades alternativas alcanza el 65%

La eléctrica prevé levantar en los terrenos de la central "un mar" de energías renovables y también otros proyectos que generarán 500 empleos directos.

Trabajadores de Endesa presencian el derrumbamiento de la chimenea.
Trabajadores de Endesa presencian el derrumbamiento de la chimenea.
a. G./BK

La demolición controlada de la chimenea eleva al 65% el desmantelamiento de la central térmica de Endesa en Andorra. La eliminación de la planta, que generaba electricidad a partir de lignito turolense, habilitará suelo para desarrollar proyectos alternativos, fundamentalmente plantas de energías renovables, como la fotovoltaica y la eólica. Los trabajos para el aprovechamiento de los terrenos han empezado con la instalación de la central solar Sedeis y seguirán con el desarrollo de los proyectos del Nudo Mudéjar -adjudicado a Endesa para generar 1.200 megavatios de potencia-, que crearán 6.300 empleos durante la fase de construcción y 500 estables durante la explotación.

El director general de Endesa en Aragón, Ignacio Montaner, explicó ayer que los terrenos de la central termoeléctrica y su entorno se convertirán en "un mar" de energías renovables, pero añadió que el proyecto que va a desarrollar la compañía eléctrica incluye también otras actividades en Andorra y su zona de influencia, como una fábrica de seguidores solares, la ampliación de la fábrica de prefabricados Pretersa de La Puebla de Híjar, un centro para dar "una segunda vida" a las turbinas eólicas, una planta de biomasa y un centro de producción de hidrógeno verde, entre otras actividades.

El desmantelamiento de la central, que cerró sus puertas en junio de 2020 al no poder cumplir los requisitos ambientales que marca la Unión Europea, ocupa a unos 250 trabajadores de forma continuada y no se completará hasta 2025. El personal procede, según informa Endesa, de las antiguas empresas subcontratistas de la central y de la comarca de Andorra-Sierra de Arcos.

10 meses después del derribo de las torres de refrigeración de la central, le ha tocado el turno a la chimenea.

Los residuos del desmantelamiento, estimados en 260.000 toneladas, se reutilizarán como material de relleno o como materias primas, en el caso de los metales y otros productos reciclables.

Paralelamente al desmontaje de la central, la empresa propietaria lleva a cabo planes de formación de personal de la zona para su incorporación a la explotación de las plantas de energías renovables proyectadas. Endesa confía en recuperar, al final del proceso, la plantilla que tenía en la central, que cuando bajó la persiana ocupaba a 200 empleados. Las últimas minas de carbón de la comarca cerraron en 2018 con 200 mineros, muy lejos de los 1.891 empleados que Endesa llegó a tener, como máximo, en sus minas de la cuenca andorrana en el año 1978 -a los que había que sumar las plantillas de Samca y otras compañías más pequeñas-.

La central térmica de Endesa en Andorra empezó a funcionar en 1981. Durante su vida productiva, consumió 142 millones de toneladas de carbón, de las cuales 111 eran de procedencia nacional y, fundamentalmente, de la cuenca minera andorrana, con Ariño como uno de sus principales centros productores. La compañía eléctrica contaba con dos grandes explotaciones de lignito, las minas Oportuna e Innominada, además de explotaciones a cielo abierto.

La gran altura de la chimenea, con 343 metros, respondía a la necesidad de dispersar el humo. Para reducir las emisiones contaminantes, la planta eléctrica recibió a lo largo de su vida útil inversiones por importe de 400 millones de euros. En 2020, tenía que haber invertido otros 190 millones para cumplir la normativa ambiental, pero descartar esta actuación precipitó el cierre.

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