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José Azul: "¿Quién no tiene algo de aventurero que le impulsa al centro de la Tierra?"

Nació en Burbáguena (Teruel) en 1967. Recorrió Aragón y ha regresado al Jiloca. Su escultura ‘La máquina del frío’ ya es un símbolo en Calamocha

José Azul, junto al hielo formado en una fuente de Teruel.
José Azul, junto al hielo formado en una fuente de Teruel.
Javier Escriche

A su ‘Máquina del frío’ en Calamocha le costó arrancar, pero ahora funciona muy bien.

¡Ja ja! Será que el combustible no le llegaba por la crisis. Quizá le faltaba también algo de engrasado.

La escultura celebra el 60 aniversario del récord histórico nacional de bajas temperaturas, alcanzado en la capital del Jiloca el 17 de diciembre de 1963: 30 grados bajo cero. Usted no había nacido. ¿Qué le contaron sus padres y abuelos?

No recuerdo que me hablasen de aquello, pero, por entonces, los críos íbamos en pantalón corto al colegio nevando, hasta que hacíamos la primera comunión.

¿Somos unos blandengues ahora, con tanta calefacción?

Quizá, pero creo que con razón, porque si uno se ha acostumbrado a tener la casa a tope de calor...

¿Tan importante es el frío para el Jiloca?

Es una seña de identidad; las empresas de jamones dependen del frío. Y también es un problema, porque con las heladas la gente está más apagada. Al llegar el invierno, se hacen menos cosas. Recuerdo, de niño, que los albañiles no podían trabajar con el termómetro bajo cero porque el agua del cemento se les helaba.

¿Teme que el cambio climático convierta su obra en un triste recuerdo de lo que ocurría antaño?

Podría ser. Vaticinan que el calor va a más. De momento, estoy muy contento con ella. Un día gélido, entré en un bar de Calamocha y, de repente, me dicen: ¡Mira, hoy funciona tu máquina! Me gusta que mi escultura tenga una historia en paralelo. Me preguntan qué será lo próximo que haga y yo digo que una máquina del viento para La Muela y otra del calor en Almería, con llamas y humo.

Con su ‘Máquina del frío’ y su estética ‘steampunk’ recuerda a un inventor de la era victoriana. ¿Tiene algo del espíritu de Julio Verne?

¿Quién no tiene algo de aventurero y loco que le empuja a averiguar qué hay en el centro de la Tierra y en el mundo submarino?

Volvió a su pueblo natal, Burbáguena, tras 25 años en Zaragoza y Huesca –donde decoró el castillo de Loarre para la película ‘El Reino de los Cielos’–. ¿Qué le hizo regresar al medio rural?

Pesaron motivos familiares –quería cuidar a mi madre– y laborales. Aquí no pago alquiler de mi taller y estoy cerca de la naturaleza. En Zaragoza, tenía que ir a buscar mi coche al otro lado del Ebro y empleaba una hora en llegar a mi taller en Cuarte. En Burbáguena tardo tres minutos.

¿Corren malos tiempos para vivir en las ciudades grandes?

Corren malos tiempos para el planeta entero, pero tenemos que salir adelante, como ha hecho siempre el ser humano. Yo en la ciudad no me veo, pero en el pueblo, a veces, tampoco. Me gustaría un sitio en el que la gente se acercara más a la cultura y las exposiciones.

A veces, sus obras representan a animales, que fabrica recuperando herramientas del medio rural.

En unas tijeras de podar la viña, yo veo el pico de un loro y en una piedra puedo ver una grulla, como las que vuelan hacia Gallocanta. Luego lo reconstruyo a mi modo.

¿Puede vivir de la forja artística?

Sí, aunque con mucha ayuda familiar. Y tengo mecenas que me encargan obras.

Convierte chatarra en obras de arte. ¿Pionero en economía circular?

Es lo que se ha hecho siempre: se rompe el mango de la azada y ahora cuelgo allí las morcillas.

Y no tiene whatsapp, ¿extravagancia o rebeldía?

Busco que mi cabeza funcione de otra manera. No soy un anacoreta, tengo web y e-mail, pero no quiero estar pendiente de una pantalla. Igual tengo un punto de rebeldía, pero sin malicia.

Se ha montado una fragua portátil y hace esculturas en directo por los pueblos. ¿Cuál es el fin?

El proyecto se llama ‘Esculturas calientes’ y, de hecho, entrego las obras cuando aún conservan el calor del fuego. Quiero que la gente vea cómo trabajo, cómo surge una escultura y que recuerde mi paso por ese pueblo.

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