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Pastelería La Perla, en Utrillas, donde se vende un poco de todo porque “está la cosa floja”

Ruth Pinos es la tercera generación de una familia de emprendedores que durante toda la vida han tenido negocios. Ahora regenta este, que también es administración de lotería, y una mercería.

Ruth Pinos es la tercera generación al frente de la Pastelería La Perla, cuyo abuelo la abrió primero como bar.
Ruth Pinos es la tercera generación al frente de la Pastelería La Perla, cuyo abuelo la abrió primero como bar.
Heraldo

En la pastelería La Perla de Utrillas cada vez se puede encontrar una gama más variada de productos. Y eso es bueno, por un lado, y no tanto, por otro, ya que, como dice Ruth Pinos, la dueña, se hace porque “está la cosa floja”. “Cuando uno se va saliendo de lo que era su especialidad es porque hay que adaptarse a la demanda para seguir vendiendo”, explica. Natural de Utrillas, se fue del pueblo para estudiar la carrera de Derecho. Aunque no ejerció de ello, sí estuvo trabajando en unas cosas u otras lejos de casa. Pero, por circunstancias de la vida y a raíz de una operación de su madre, regresó para quedarse.

De aquello han pasado 14 años en los que Ruth ha estado siempre detrás del mostrador de los negocios familiares. Negocios en plural porque, además de la citada pastelería, que también es administración de lotería, la familia también tiene una mercería. Se llama Niágara y está en el local contiguo, en pleno centro de Utrillas. Hasta hace unos ocho meses, era su madre quien se ocupaba de este otro establecimiento pero su marido falleció y este golpe, sumado al desgaste de meses de enfermedad, la ha retirado de la vida laboral.

Por eso, ahora es Ruth quien lleva las riendas de todo. Ella sola se encarga de atender a los clientes tanto de la pastelería como de la mercería, y abre todos los días del año. Pero reconoce que es el primero donde más clientes entran. Y eso que la mercería es, como ella dice, “el Corte Inglés de Utrillas”, donde también se pueden encontrar de todo. “En verano, muchas señoras, que vienen de vacaciones a los pueblos de alrededor, encuentran artículos aquí, como colas de ratón, que no encuentran en ninguna tienda de Barcelona, por ejemplo”, dice Ruth.

La pastelería también es administración de lotería.
La pastelería también es administración de lotería.
Heraldo

Fue su abuelo quien abrió el local donde ahora se ubica la pastelería, pero primero fue un bar. Lo que siempre ha estado ahí es la administración de loterías y apuestas del Estado, que presume de haber dado premios importantes. “Al poco de fallecer mi abuelo dimos una primitiva de seis aciertos, es decir, más de 200 millones de pesetas. También hemos dado un quinto premio de la lotería de Navidad, uno del sorteo extraordinario y un primer premio de la lotería nacional del jueves”, explica Ruth, quien con las navidades a la vuelta de la esquina ya nota cómo los décimos para este popular sorteo se van vendiendo a buen ritmo.

Lo que está de capa caída, según ve Ruth en su día a día,  es la mercería. “Es donde más he notado el efecto de la pandemia. Ahora la gente compra más por internet o se van a fuera del pueblo”, asegura. Por suerte, la pastelería es lo que la nutre de ingresos diarios, por el tipo de producto. “Tenemos productos que vienen ya elaborados. En tiempo, mi abuelo era quien los elaboraba pero lo dejó de hacer porque no le salían las cuentas. También vendemos chucherías o recuerdos de Utrillas y artículos de regalo”, dice. En la mercería, la variedad de producto también es fundamental, y además de los típicos artículos que se pueden encontrar en una tienda así, hay bolsos, bisutería o carteras, entre otras cosas que sacan a más de uno de un apuro cuando no quiere ir a un cumpleaños con las manos vacías.

Por suerte, Utrillas es cabecera de comarca y capital de las Cuencas Mineras, por lo que pese a la decadencia de la densidad poblacional en el medio rural en general, los habitantes y personas con segundas residencias en todos los pueblos de alrededor acuden allí para hacer sus compras y gestiones. Aun con todo, la subida generalizada de los precios está haciendo mella en el consumo y Ruth ya lo nota, tanto en su caja como en los comentarios de la clientela. “Hasta los niños que vienen a comprar chucherías hablan de que si todo está más caro ahora. Y el comentario más recurrente de las mujeres es que han comprado cuatro cosas en el supermercado y se han gastado 50 euros”, asegura.

Dejando estos baches a un lado, Ruth afronta la vida como le viene. Cuando era más joven por su cabeza no se pasaba pensar que iba a volver a Utrillas para quedarse con el negocio familiar pero, por las circunstancias es donde está ahora. En cualquier caso, tanto ella como sus hermanos se han criado en ese ambiente. Incluso su madre, que desde los seis años, dice Ruth, está detrás de un mostrador. Una familia de emprendedores, la de los Pinos de Utrillas, en cuyos establecimientos se puede desde echar la primitiva, hasta hacer renovación de calcetines cuando llega el invierno o hacer acopio de chucherías y otros dulces para pasar una tarde de sofá. Detrás del mostrador encontrarán a una cariñosa Ruth, quien atiende a los clientes de 9 a 14 y de 17 a 20.30 ó 21. Todos los días del año y con una sonrisa.

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