Alba Lagares, la única joven en un pueblo de Teruel: "No leo los wasap en varios días"

Es la única persona joven de Montoro de Mezquita, donde nació hace 19 años, y ejemplo de resistencia contra el olvido de los pueblos.

Alba Lagares, fotografiada con su carnero ‘Marcelino’ en Montoro de Mezquita, donde vive
Alba Lagares, fotografiada con su carnero ‘Marcelino’ en Montoro de Mezquita, donde vive
Carmen Olague

Con 19 años, es la única persona joven -el resto pasa de los 40- en Montoro de Mezquita, una localidad del Maestrazgo turolense donde viven solo tres familias. ¿Qué hace los fines de semana, sin más gente de su edad?

Antes no hacía demasiado. Como no tenía coche y dependía de mis padres, ellos me llevaban a los cumpleaños de mis amigos de otros pueblos. Me he sacado el carnet de conducir y ha sido una liberación. Puedo ir por la mañana a un sitio y volver por la tarde.

¿Había otros niños en el pueblo cuando era pequeña?

No. Solo podía jugar con mi hermano, que es un poco mayor que yo y ahora no está en Montoro. En verano era distinto, porque estaban los hijos de las familias que venían de Zaragoza y Barcelona. Era un gran cambio, pero a mí me gustaban las dos épocas, cada una a su manera. Del invierno, lo que más me gustaba era la nieve.

¿Dónde fue al colegio?

En Ejulve. Ahí también había pocos niños y venían de pueblos con poca gente. Recuerdo a un compañero de La Zoma que era el último niño en nacer. No me gustaba nada el colegio. En invierno, tenía que levantarme aún de noche para llegar a la hora justa. Luego, fui al Instituto de Alcorisa y el bachillerato lo hice en Alcañiz. Ahora estudio Bellas Artes en el Campus Universitario de Teruel.

¿Se duerme bien en Montoro? No debe haber apenas ruidos.

Sí, muy bien, pero hay gente que dice que no descansa por tanto silencio. Los únicos sonidos de la noche son el ulular del viento o de algún animal y los ruidos de las cabras monteses, que se acercan a las calles y hasta se pueden ver.

¿Vivir en el medio rural forja una personalidad distinta a la del urbanita?

Sí, claro. Cuando fui a Teruel para estudiar Bellas Artes no me sentía una más. Entre ellos se parecían, porque venían de Zaragoza y Huesca, tenían sus rollos y sus ‘feelings’, pero no conocían el medio rural como yo. A pesar de ser algo tan cercano, mucha gente no lo conoce, ¡qué va, qué va!

El pasado 15 de enero organizó la fiesta de San Antón, con hoguera y juegos tradicionales. ¿Aspira a dinamizar el pueblo?

No sé por qué lo hice. Llegó la pandemia en 2020 y en 2021 ya no hicimos la hoguera y la echaba de menos. Para unas fiestas que tenemos, porque las de verano son cada dos años, pensé que lo mejor sería hacer algo. Estuvo muy bien, vinieron más de 20 personas de Villarluengo, de Molinos y otras con raíces en Montoro.

¿Seguirá impulsando actividades culturales y deportivas?

Si puedo hacer algo, lo haré.

¿Echa en falta gente de su edad?

Más que de mi edad, gente que aporte y no ponga trabas a la prosperidad del pueblo.

¿Dónde se ve en un futuro, en Montoro o en otro sitio?

No lo sé, la verdad. La ciudad me agobia bastante, con todo el tráfico, tanta gente, tantos muros. Todo eso me causa estrés e incomodidad. En Montoro, me despierto por la mañana, abro la ventana, miro el monte y estoy mejor. Me siento más libre en un pueblo que en la ciudad.

¿Ve desventajas en el pueblo?

También. El autobús de línea viene dos veces por semana; el médico, el primer martes de cada mes; y el frutero, una vez a la semana.

Habrá oído hablar de la plataforma España Vaciada y su salto a la política para pedir servicios y comunicaciones en los pueblos. ¿Qué le parece?

Está bien que los pueblos reivindiquen, pero mucha gente se va a aprovechar de eso; prometerán cosas y luego no se hará nada o nos darán una subvención para que nos callemos.

¿Qué hacer para que un pueblo no caiga en el olvido?

Es un misterio. Pueblos más grandes que Montoro se están quedando vacíos. No sé si faltan servicios o gente amable e implicada. Y los pueblos no pueden morir. Cada uno tiene su propia marca y a mí me encanta la diversidad.

No lee los wasap durante días; poco común entre los jóvenes.

Yo el móvil lo tengo sobre todo para hablar y quedar con alguien o llamar a mi madre cuando estoy en Teruel. No siento la necesidad de mirar el teléfono cada rato. Muchas veces, lo dejo ahí, apagado y, a la semana, digo: ¡ostras, el teléfono!

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