Los vecinos del barrio de Pomecia apremian al Ayuntamiento de Teruel a acelerar el plan de realojo

La comunidad gitana alerta de que el programa de inclusión se ha estancado. Advierten de que el espacio en el que viven está "en estado de abandono".

Amparo Jiménez y Eduardo Gabarre, vecinos de Pomecia, en el barrio, donde viven 300 personas.
Amparo Jiménez y Eduardo Gabarre, vecinos de Pomecia, en el barrio, donde viven 300 personas.
Jorge Escudero

El proyecto del Ayuntamiento de Teruel para realojar gradualmente a los más de 300 vecinos del infrabarrio de Pomecia, donde se concentra la mayor parte de la población de etnia gitana de la ciudad, avanza a medio gas. El programa ha desarrollado algunos talleres formativos para la integración laboral de sus habitantes, pero ha encallado en la creación de bolsas de vivienda de alquiler social que permitan a los miembros de la comunidad hallar un hogar fuera de Pomecia.

Así lo advierte la responsable de la Fundación Secretariado Gitano en Teruel, Encarna Hermoso, quien, al igual que el portavoz de los vecinos de Pomecia, José Ángel Gabarre, apremia al Consistorio a retomar la iniciativa, aprobada por todos los grupos políticos municipales en junio de 2020, "pero de la que muy poco se ha cumplido". Ambos alertan de que el barrio está "muy deteriorado" y subrayan que la voluntad del colectivo es "integrarse en el resto de la ciudad".

La concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Teruel, Nuria Tregón, admite que el plan va "muy lento", un problema que achaca a la estricta fiscalización de los fondos europeos, con los que se financia parte de la estrategia, y a las dificultades para rehabilitar viviendas públicas. Algunos de los inmuebles están ocupados y otros, cedidos en su día a la DGA, no han sido devueltos al Consistorio, señala la edil. No obstante, Tregón se muestra dispuesta a "arreglar viviendas este mismo año, para ayudar a las personas sin acceso a una casa digna". "En 2022 –anuncia–, tiraremos para adelante con el plan".

Encarna Hermoso, Amparo Jiménez y el mediador del barrio de Pomecia, José Ángel Gabarre, en la oficina de la Fundación Secretariado Gitano de Teruel.
Encarna Hermoso, Amparo Jiménez y el mediador del barrio de Pomecia, José Ángel Gabarre, en la oficina de la Fundación Secretariado Gitano de Teruel.
Antonio García/Bykofoto

La situación va cambiando en Pomecia, como destaca Encarna Hermoso, cuya oficina se ha convertido en "la puerta para conseguir la plena ciudadanía e integración de la comunidad gitana". Señala que cuando se abrió este servicio en Teruel hace 5 años, apenas seis vecinos trabajaban por cuenta ajena, mientras el resto se dedicaba a la venta ambulante en el mercadillo de los jueves. Ahora, entre el 50% y el 60% tienen un empleo en una empresa de la ciudad.

Los vecinos lamentan la estigmatización del colectivo gitano por la sociedad. "Si te apellidas Gabarre o Jiménez, no quieren alquilarte un piso ni darte trabajo", sostiene José Ángel Gabarre. El portavoz de Pomecia muestra su preocupación por el "estado de abandono en que se encuentra el barrio, con socavones y desprendimientos de tierras por el agua que hay en el subsuelo, y con falta de alumbrado y de pavimentación". "El terreno se está viniendo abajo", advierte.

Amparo Jiménez, nacida en Zaragoza, llegó a Pomecia hace 10 años al casarse con un turolense. Monitora de tiempo libre, reclama colaboración social para motivar a los jóvenes del barrio y ayudarles en su integración. "Son supereducados, tienen formación, pero no pueden salir de Pomecia por sí solos y acaban viviendo con su pareja en casa de los padres de uno de ellos", afirma. Relata que ella misma se sintió víctima del racismo cuando buscó un profesor de inglés que diera clases particulares a su hijo. "Me dijo que sí hasta que le comenté dónde vivía; entonces, señaló que tenía todas las horas ocupadas", recuerda Amparo.

Eduardo Gabarre, un joven vecino de Pomecia, no oculta su indignación por lo que considera un hecho "muy injusto" hacia él. Explica que dejó su trabajo en una empresa cárnica al recibir la oferta de otra industria ubicada en Teruel. Pero, tras haber firmado el contrato y recoger incluso el uniforme con el que debía desempeñar su oficio, 12 horas antes del inicio de su primera jornada laboral le fue comunicado que no acudiera a su puesto de trabajo, "porque los jefes habían dicho que no me personara". Cuenta que recibió la callada por respuesta cuando preguntó, a quien le había transmitido el mensaje, "si se había enterado de que yo era gitano o por qué, entonces, me negaban el empleo".

El joven señala que fue indemnizado tras alcanzar un acuerdo con la parte contraria que incluía no interponer una denuncia, "pero el daño moral ahí siguió mucho tiempo". "Me sentí discriminado y me hundí; me quedé sin empleo y muy dolido", dice.

Eduardo se dedica ahora a la venta ambulante, pero asegura que no gana lo suficiente como para alquilar una vivienda fuera de Pomecia. Por ello, a punto de contraer matrimonio y formar su propia familia, está reformando una casa que ha logrado dentro del barrio. "Me hubiera podido comprar un piso en la ciudad si no me hubieran dejado en el paro", lamenta. "No me pueden juzgar por mi raza; cada uno nace como nace. Soy formal, visto bien, soy educado y pongo interés en mi trabajo, no entiendo cómo pudo ocurrirme eso", recuerda.

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