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El 'milagroso' aterrizaje de Cella cumple 70 años

Las hogueras que encendieron los vecinos la noche del 21 de octubre de 1951 marcaron el lugar para que tomara tierra un Junker del Ejército del Aire que se quedaba sin combustible. Sus siete pasajeros salieron ilesos.

Bernabé Miedes, testigo del aterrizaje de emergencia del avión Junker en Cella en 1951.
Bernabé Miedes, testigo del aterrizaje de emergencia del avión Junker en Cella en 1951.
Jorge Escudero

El recuerdo del aterrizaje de emergencia de un avión Junker la noche del 21 de octubre de 1951 en campos de cereal de las afueras de Cella "perdurará para siempre" en la memoria colectiva del pueblo, como afirma Santiago Navarro, concejal que no había nacido cuando ocurrieron los hechos pero que ha recopilado información sobre lo ocurrido. La movilización de los vecinos para salvar la vida de los siete pasajeros de la aeronave, que se perdió en el cielo peninsular mientras hacía un vuelo entre Jerez de la Frontera (Cádiz) y Alcalá de Henares (Madrid), cumple en los próximos días 70 años. El JU-52 del Ejército del Aire estaba al borde de la catástrofe, desorientado y con el combustible a punto de agotarse cuando las señales luminosas de los vecinos marcaron la pista para su salvación.

Aunque la mayor parte de los protagonistas de aquel acontecimiento -que mereció un reconocimiento del Ejército del Aire 32 años después- han fallecido, aún quedan algunos testigos y, sobre todo, el recuerdo transmitido de "generación en generación", como señala Navarro, porque lo ocurrido fue tan excepcional que se acercó a un "milagro".

La nave perdió el rumbo

La odisea del Junker JU-52 empezó cuando tras levantar el vuelo desde Jerez camino de su base en Alcalá de Henares se quedó sin radio a la altura de Almadén (Ciudad Real). Aunque los pilotos intentaron seguir la ruta visualmente perforando de vez en cuando el manto de nubes que cubría el país, la aeronave perdió el rumbo. El combustible empezó a escasear y los preocupados tripulantes se preparaban para un final "trágico", como explicaba uno de los pilotos, José Antonio López, en un extenso reportaje sobre lo ocurrido publicado en la publicación del Ejército del Aire ‘Revista de aeronáutica y astronáutica’ en 1980.

El Junker tras aterrizar en los campos de cereal de Cella en 1951.
El Junker tras aterrizar en los campos de cereal de Cella en 1951.
S. N.

Pero los militares vislumbraron, al descender bajo las nubes, las luces de una población "con suficiente entidad", en palabras de otro piloto, Ricardo Garrido, y decidieron intentar el aterrizaje. Se trataba de Cella y eran las nueve de la noche de una día lluvioso. Empezaron a dar vueltas sobre el cielo cellano y encendieron el foco del avión en busca de un lugar para posarse.

Mientras, en tierra, un vecino que había hecho el servicio militar en la aviación, José Vicente Hernández, detectó el avión sobrevolando Cella. Bernabé Miedes, que tenía 14 años cuando ocurrió el episodio, recuerda que Hernández se dirigió al cuartel de la Guardia Civil para alertar de que aquella aeronave que daba vueltas sobre sus cabezas "se había quedado sin combustible y buscaba un lugar para aterrizar". La alarma dio resultado y el pueblo se movilizó para buscar rápidamente un lugar apropiado para que la aeronave tomara tierra con la máxima seguridad posible.

"Se había quedado sin combustible y buscaba un lugar para aterrizar"

Bernabé cuenta que los vecinos encendieron hogueras con paja, pilas de cáñamo y leña, trazando una línea en el Campichuelo, una suave vaguada situada en las cercanías del pueblo, para balizar una improvisada pista de aterrizaje a través de campos de secano. Ante el riesgo de estrellarse, cinco pasajeros saltaron en paracaídas. Quedaron a los mandos los dos pilotos para intentar el aterrizaje o saltar en el último instante.

Los paracaidistas se posaron en tierra sanos y salvos y el avión, siguiendo las balizas improvisadas con hogueras, también logró aterrizar después de una "experiencia larga" en busca de una pista ocasional, en palabras de Garrido. El médico del pueblo, Constancio Merchante, preparó un botiquín de emergencia, pero no fue necesario utilizarlo.

"¿Es España?"

La desorientación espacial de los pasajeros y tripulantes era total hasta el punto de que uno de los saltadores, tras posarse en el suelo, preguntó al primer vecino que vio: "¿Es España?". Su sorprendido interlocutor le respondió que sí y ambos se abrazaron para celebrar el feliz desenlace.

Bernabé Miedes recuerda que el avión tocó tierra, pero "en seguida perdió el tren de aterrizaje al quedar atascado en la pared que delimitaba una finca". Unos cientos de metros después, la aeronave quedó detenida con la "barriga" posada sobre la tierra con los dos pilotos sanos y salvos. Miedes añade que, al día siguiente, "todo el pueblo y mucha gente que vino de localidades cercanas pasaron por el Campichuelo para ver el avión tendido en el campo. Aquello fue como una procesión". Mientras la Guardia Civil custodiaba el aparato, los vecinos aprovecharon para acercarse. Uno de los curiosos era el propio Bernabé, que "nunca había visto un avión tan de cerca".

Réplica del Junker que aterrizó de emergencia en Cella en 1951.
Réplica del Junker que aterrizó de emergencia en Cella en 1951.
S. N.

En reconocimiento de la vital movilización vecinal, el Ejército del Aire organizó un homenaje a la población en 1983. Hubo un acto público, discursos -incluidos los de dos de los supervivientes del aterrizaje-, jotas y fiesta. Además, la aviación entregó una maqueta del JU-52 a escala que todavía puede verse expuesta en la ermita de la Virgen de Loreto de Cella como recuerdo permanente de aquel acontecimiento.

Una película premonitoria  

El sacerdote Leoncio Martínez se preguntaba en un artículo publicado en la ‘Revista de aeronáutica y astronáutica’ en 1983 con motivo del homenaje del Ejército del Aire a Cella si el aterrizaje sin contratiempos del Junker "fue un milagro". Al menos, el azar jugó sus bazas porque la misma tarde la aparición del avión -era domingo- se había proyectado en el pueblo una película con «secuencias en que se representa la labor de una población para que un avión pueda tomar tierra en una emergencia por la noche", como relata la revista del Ejército.

Un vecino, José Serrano, comentaba en la publicación que "cuanto estaba ocurriendo era un caso parecido al de la película que acababan de proyectar". La revista concluye que "existía cierta psicosis aeronáutica" en Cella a raíz del premonitorio filme.

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