despoblación

"Esto es el Teruel profundo de verdad, los pueblos de los que no se acuerda nadie"

Los vecinos de localidades turolenses como Bea, Fonfría o Allueva tienen que desplazarse entre 30 y 40 kilómetros para ir al médico o al supermercado.

Si un vecino de Zaragoza necesita una botella de aceite o un paquete de papel higiénico puede elegir entre comprar en uno u otro supermercado de su calle o barrio. Si eso mismo le ocurre a un residente de Fonfría, provincia de Teruel, las opciones son ir a Calamocha (a 40 kilómetros) o a Utrillas (35). En ambos casos, buena parte del trayecto discurre por carreteras estrechas mil y una veces remendadas. Los pueblos de esta zona de la comarca del Jiloca sufren un aislamiento que le hacen depender del coche para casi todo, con lo que aumenta el tiempo de desplazamiento y el dinero invertido.

En la cercana localidad de Bea, con una veintena de habitantes, la única puerta abierta al público es la del bar-hostal-multiservicio que se levanta al pie de la carretera. Lo gestiona Eva Palacián, quien vive allí desde hace seis años con su marido y sus dos hijos, de 12 y 17 años. Cuenta que, aunque podría, no le merece la pena vender productos alimenticios, ya que “es imposible que compense”. Para todo debe acudir a Calamocha, a 35 kilómetros; para comprar productos específicos para su negocio, incluso hasta Zaragoza.

“La gente dice que vivir en el pueblo es barato, pero es caro; necesitas el coche para hacer cualquier cosa, y al final llenas la nevera más de la cuenta por si acaso”, dice. En su caso, tras vivir durante años en Zaragoza, tenía claro que quería otra vida para sus hijos, con sus ventajas e inconvenientes.

El alcalde de Bea, Víctor Nuño, cuenta que en su día el pueblo tenía tres bares y varias tiendas, carnicería incluida. “Lo que más se echa de menos es una tienda para comprar comida”, lamenta. En su opinión, estos pueblos no se reflotarán “hasta que no haya una buena carretera e internet en condiciones”. “Si no se invierte, estamos jodidos”, augura, ya que es casi imposible que se instalen familias.

En Fonfría, a apenas 7 kilómetros, Ángel Pinilla disfruta de su jubilación tras haber vivido en Madrid, Jaca y Zaragoza. “Aquí te olvidas del estrés a base de aire puro y tranquilidad”, cuenta. Lo malo es que “para cualquier urgencia médica casi hay que ir a Zaragoza”, y que para comprar cualquier cosa hay que desplazarse “hasta Calamocha”. “Dependemos del coche al cien por cien”, ratifica la alcaldesa, Ana Isabel Moreno. “Cada vez que vas a comprar es una hora de viaje entre ida y vuelta, más el gasto en gasolina, el coche...”, relata. Por eso, los vecinos suelen hablar con familiares o amigos “por si alguien necesita algo”.

Allueva, siguiente pueblo en la ruta que remonta el río Huerva hasta su nacimiento, tiene un panorama similar. Sus escasos habitantes no tienen ni una persiana levantada de cara al público, salvo el médico que llega los jueves una hora y el panadero de San Martín del Río, que también pasa un día a la semana. Por eso, muchas veces no queda más remedio que comprar y congelarlo. “Esto es el Teruel profundo de verdad. Si quieren cumplir con la España vacía, que pongan buenas carreteras, que traigan buenas líneas de internet… De estos pueblos no se acuerda nadie, es una vergüenza”, lamenta su alcaldesa, Pilar Molina.

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