La carnicería ambulante, un buen negocio en pandemia

El carnicero de Blancas (Teruel), Juan Carlos Esteban, señala que la clientela de los pueblos es más fiel con la covid-19.

Juan Carlos Esteban, al frente de su carnicería ambulante, con base de operaciones en Blancas
Juan Carlos Esteban, al frente de su carnicería ambulante, con base de operaciones en Blancas
Heraldo

Juan Carlos Esteban, carnicero de Blancas, reconoce que la pandemia "no va mal" para su negocio de venta ambulante, una actividad que desarrolla en las comarcas del Jiloca, Daroca y Calatayud y también en localidades limítrofes de Guadalajara para abastecer a los pequeños núcleos que carecen de oferta comercial. Esteban explica que su negocio mejora este año las cifras de los tiempos previos a la covid-19 porque la población de los pueblos evita desplazarse a comprar en los supermercados de las cabeceras comarcales por miedo al contagio y prefieren esperarle a él.

El carnicero de Blancas –localidad de 125 habitantes– recorre cada semana –antes lo hizo su padre– unos 700 kilómetros para llevar su mercancía a entre 20 y 25 poblaciones en la confluencia de las provincias de Teruel, Zaragoza y Guadalajara. Ha mantenido la rutina también en los tiempos de la covid-19, aunque ha incorporado algunas cautelas sanitarias, como poner a disposición de sus clientes gel desinfectante o hacer obligatoria la mascarilla.

Además, evita al máximo el contacto físico con la clientela. El furgón, que tiene el mostrador totalmente protegido con cristaleras, garantiza el aislamiento del exterior, pero después de cada pueblo y antes de abrir las puertas en el siguiente procede a la desinfección del vehículo. Si en alguna localidad se declara un foco de la enfermedad, utiliza una bandeja para intercambiar sus productos con los compradores y también para el pago.

Frente al parón económico que soportan el comercio y la hostelería en general, Juan Carlos Esteban admite que a su carnicería ambulante le va relativamente bien con la covid-19 porque, aunque ha perdido clientela estival –cuando los pueblos se llenan de veraneantes–, durante el resto del año ha mejorado la facturación gracias a la fidelidad de los clientes. "Si no hubiera pandemia, muchos vecinos se irían a comprar a otros pueblos más grandes, pero ahora no les apetece salir. Prefieren esperarme", cuenta el empresario. "Las ventas diarias han mejorado", remacha.

Su conocimiento personal de la clientela le permite atender pedidos telefónicos que entrega en las casas donde hay algún contagio de la covid-19 y, para evitar riesgo de infección, aplaza el cobro a cuando los clientes queden libres de la enfermedad. "En Bañón, dejé los pedidos en la puerta de tres casas para que me pagaran cuando pudieran", cuenta.

A pesar de que la pandemia se ha cebado con la población envejecida –mayoritaria entre la clientela de Esteban–, el carnicero afirma que no ha perdido ningún cliente por la enfermedad. Añade que, aunque inicialmente hubo dudas respecto a cómo había que actuar para evitar los contagios, ahora "todo el mundo cumple las normas" anticovid. Personalmente, no tiene "ningún temor" a infectarse a pesar de su itinerancia por decenas de pueblos.

Aunque mantiene abierta la carnicería de Blancas, él se dedica a la venta ambulante con su camión. También ha creado una web para publicitar sus productos y un perfil en las redes sociales para lanzar promociones específicas.

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