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La Tahona de Rubielos de Mora, donde se hacen las galletas que saben a tranquilidad

La panadería Tahona-Boutique, con 25 años de historia, comenzó con los repartos a domicilio para personas mayores los primeros meses del confinamiento y ha mantenido este servicio.

Emilia Mata atiende a los clientes en la panadería Tahona-Boutique de Rubielos de Mora.
Emilia Mata atiende a los clientes en la panadería Tahona-Boutique de Rubielos de Mora.
Heraldo

Hace 25 años que Emilia Mata y Antonio Prior dejaron sus localidades de origen, Castellón y Barcelona, respectivamente, para comenzar una nueva vida en Rubielos de Mora. Emi y Tano, como se les conoce en el pueblo, se conocieron en los montes de la comarca de Gúdar-Javalambre, cuando apenas rondaban los 20 años.

A los dos les gustaba la montaña, la naturaleza y el medio rural. Él era panadero y ella, dependienta en una charcutería. Pronto se dieron cuenta de que formaban el tándem perfecto para abrir su propio negocio en la tierra de sus sueños, esa cuyo cielo de estrellas les cautivó.

Así es como nació la Tahona-Boutique de Rubielos de Mora. Es el único horno del pueblo y se inauguró en 1996. Se sitúa en una de las casas más antiguas de Rubielos. La tienen alquilada y durante diez años vivieron en el piso de arriba. Abajo está el horno y el pequeño despacho para atender a los clientes. El apellido “Boutique” se lo pusieron más tarde, en 2012, para diferenciarse y siendo fieles a su elaboración exquisita del producto que despachan en la panadería.

Además del blanco, el pan de espelta, el integral y otras variedades que están ahora más de moda se elaboran desde siempre en este horno. “Durante el confinamiento la gente se puso a hacer pan en casa y entonces se dieron cuenta de lo exigente que es el proceso”, explica Emilia. “En nuestro caso, desde siempre hemos elaborado nuestros panes con masa madre, con el tipo de reposo que necesita”, añade.

"Durante el confinamiento la gente se puso a hacer pan en casa y entonces se dieron cuenta de lo exigente que es el proceso"

No es de extrañar que Antonio arranque su jornada laboral en el horno cada noche, a las doce. Solo de esta manera el pan, las magdalenas y otros dulces pueden estar listos para ser vendidos en la panadería por la mañana. Cuando él se va a descansar, Emilia abre la tienda para recibir a los primeros clientes. En circunstancias normales, la panadería está abierta desde las ocho de la mañana hasta el mediodía pero, a raíz de la covid, varias cosas han cambiado en el funcionamiento de la Tahona-Boutique, entre ellas, el horario.

Una de las principales adaptaciones en el servicio es que en marzo del año pasado, más como una labor social que por hacer caja, Emi y Tano pensaron que sería una buena idea repartir el pan en las casas de los vecinos de avanzada edad. Así, les evitaban tener que salir y ponerse en riesgo en los peores momentos de la pandemia.

Al principio, con miedo

Tras comentarlo con el Ayuntamiento y con profesionales sanitarios, la idea salió adelante y la Tahona comenzó a repartir el pan a domicilio en Rubielos sin coste alguno. “Al principio íbamos por las casas con miedo porque no queríamos ni contagiarnos ni contagiar a nadie”, reconoce Emilia. “Casi ni hablábamos y, por supuesto, íbamos con mascarillas y no nos acercábamos”, explica. Para poder hacer frente a los encargos, en un primer momento, la panadería se abría más tarde, a las 9, empleando la primera hora del día para el reparto.

Pasados los primeros meses de confinamiento, el servicio se ha mantenido dada su buena acogida. “Durante este año seguiremos haciéndolo gratis, con dos repartos, uno a las ocho, para quienes se tiene que ir a trabajar, y un segundo a las diez”, comenta Emilia. Para evitar las transacciones en efectivo, durante la ruta llevan datáfono para el pago con tarjeta y también se puede pagar por bizum. En el peor de los casos, algunos dejan el importe correspondiente en efectivo dentro de una bolsita. “Hacemos cobros semanales, para mayor facilidad, y los encargos los recibimos por whatsapp”, explica.

Esta herramienta ha servicio a la tahona para comunicarse con sus vecinos (y clientes) a través de grupos de difusión en los que se dan a conocer los productos del día y las ofertas. Además, les permite hacer una mejor previsión de cuánto producir cada día. “Es lo que más complicado nos resulta porque las ventas son muy irregulares”, lamenta. Aun así, por mucho que intenten ajustarse a la demanda, suele sobrar entre un 20 y un 30% de lo que elaboran.

Además, pese a no haber estado cerrados en ningún momento y ser el pan un bien de primera necesidad y de consumo diario, la Tahona-Boutique también está sufriendo las consecuencias económicas de la covid. “En Rubielos dependemos muchos de los valencianos que tienen su segunda residencia aquí o que vienen de fin de semana”, explica Emilia.

Aunque en verano pudieron disfrutar de la afluencia de turistas y visitantes, hace meses que no se puede acceder a la localidad desde otras comunidades autónomas y eso en la panadería de Emi y Tano se nota. “Algún mes del último año hemos facturado un 80% menos que en años anteriores”, detalla.

Para tratar de compensar esta clientela de fuera de Aragón que no puede ir a Rubielos, desde la Tahona también se ha puesto en marcha un servicio de envío por paquetería. “Nos hacen los encargos por whatsapp, preparamos el paquete y lo enviamos”, dice. Aunque no son muchos, unos cinco pedidos a la semana, les ayuda a seguir conectados con algunos de sus clientes más fieles hasta que puedan volver a visitar el pueblo.

Entre los productos estrella que nunca faltan en los encargos están las chicutas, unas galletas de chocolate de creación propia. “En la zona, a las cosas pequeñas se las llama chicutas, de ahí el nombre de estas pastas de dimensiones reducidas”, explica Emilia. Detrás de esta creación se esconde toda una labor de investigación realizada hace años por este matrimonio enamorado de la tierra donde viven y de su profesión.

La mejor combinación la encontraron al descubrir que Rubielos fue sede de varias fábricas de chocolate y, como homenaje, decidieron crear estos dulces. “Hicimos varias pruebas y las dábamos a catar entre los clientes. Un buen día, uno de ellos nos dijo que sabían a tranquilidad. Entonces supimos que habíamos dado con la fórmula”, narra.

Emilia reconoce que a veces mira el mostrador y lo ve triste: "Al no haber tanta demanda, hemos tenido que dejar de elaborar algunas cosas"

Aunque las chicutas no faltan, otros productos se han quedado por el camino a causa de la covid. Emilia reconoce que a veces mira el mostrador y lo ve triste. “Al no haber tanta demanda, hemos tenido que dejar de elaborar algunas cosas por lo que nuestra gama se ha reducido bastante”, lamenta, al tiempo que espera poder recuperarlos cuanto antes para poder volver a llenar de color su estantería.

El tiempo les ha tratado bien y su negocio ha sido productivo, lo que favorece que la familia Prior-Mata pueda aguantar esta mala racha. Junto al matrimonio, su hija y la pareja de ésta trabajan también en el horno. Para tranquilidad de sus padres, todo apunta a que, en su caso, habrá relevo generacional. “Es un alivio porque creo que nuestro oficio es muy bonito y se está perdiendo”, reconoce Emilia.

La Tahona-Boutique es el único horno de Rubielos de Mora y, por el momento, seguirá compaginando el reparto de pan de casa en casa con la atención al público en su pequeño pero coqueto despacho de la calle Taberna número 5.

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