Cierre de la térmica de Andorra, una seña de identidad se apaga y abre paso a un futuro incierto

Los andorranos lamentan el cierre de la central que ha marcado su historia reciente y critican que, a pesar de ser una clausura prevista, llegue sin empresas alternativas.

Concentración con lanzamiento de petardos a las puertas de la central de Andorra
Concentración con lanzamiento de petardos a las puertas de la central de Andorra
A. G. B.

Los sentimientos de los andorranos oscilaban ayer entre la pena por la pérdida del principal motor económico y de una seña de identidad local con el cierre de la central de Endesa y la indignación por la falta total de alternativas laborales a la clausura, que se lleva consigo 200 empleos directos, entre la plantilla de la propia eléctrica y las de las empresas auxiliares. Los sindicatos recalcan que al empezar 2020 el empleo directo se elevaba a 300, pero ha habido un recorte progresivo por goteo hasta el cerrojazo definitivo.

La parada definitiva de la central fue el tema que monopolizó las conversaciones del vecindario y también la falta de alternativas para los trabajadores de la térmica y para los jóvenes. Desde primera hora de la mañana grupos de obreros de la eléctrica recorrían las calles de la localidad denunciando la situación y llamado a participar en la concentración a las puertas de la planta. El ruido de los petardos y las tracas llenaba la plaza del Regallo, el centro neurálgico de Andorra. En una de sus terrazas, el presidente de la Asociación de Empresarios de Andorra-Sierra de Arcos, Roberto Miguel, se declaraba "insatisfecho y frustrado porque en cinco años de gestiones en Madrid y Zaragoza no se ha logrado ningún resultado". Y, finalmente, ha llegado "la fecha maldita" sin que se haya sobre la mesa ninguna empresa alternativa.

El proyecto más avanzado es la planta de pellets anunciada por Forestalia para 2021 con 60 puestos de trabajo, pero el dirigente empresarial se mostró "escéptico por experiencia" y recordó los proyectos fallidos de la farmacéutica Labdhifarma, que iba a crear 40 empleos, y de la cementara de Cemex, que preveía generar 400 empleos y que con el 90% de la inversión ejecutada se quedó empantanada.

Roberto Miguel explicó que la incertidumbre sobre el futuro económico y laboral de la población ha provocado una caída del consumo desde hace seis años, propiciando el cierre de una docena de establecimientos hosteleros. "La gente es muy prudente en el gastos. No se construyen casas ni se reforman", explicó este empresario, propietario de un comercio de muebles que ha visto como en diez años su plantilla pasaba de 12 empleados a 3. Aún así, su apuesta "no es por el lamento sino por la construcción". "Tenemos que reivindicar infraestructuras e internet, pero tenemos que poner en valor nuestras propias iniciativas porque si tenemos que esperar a que la solución llegue de la Administración quizá para entonces no quedará nadie aquí". Aclaró, no obstante, que a los gobiernos les corresponde dotar de las infraestructuras necesarias para que Andorra sea competitiva.

La hostelería es uno de los sectores que más acusa la caída del consumo. Turia Serrano, propietaria de un céntrico bar, explicó que entre su clientela hay muchos trabajadores de Endesa y de sus subcontratas y en los últimos años les ve "tristes y apagados". Señaló que, aunque el cierre de la central "tenía que llegar", parecía que la estocada final "se alargaba" en el tiempo hasta que, "finalmente, ha llegado". Agregó que, para rematar, ahora les ha "pillado" el parón de actividad derivado del coronavirus.

También el comercio sufre la caída del consumo. Alejandro Guarido, titular de un estanco, indicó que, de momento, los jubilados y prejubilados de Endesa "mantienen vivo el comercio" con sus pensiones, pero auguró muchas dificultades para el sector cuando este colectivo desaparezca. Critica la ineficacía en la captación de empresas que sustituyan a la central porque "desde 2014 se sabía que iba a cerrar –ese año Endesa presupuesto fondos para el desmantelamiento de Andorra–".

El cierre de la central térmica llega precedido del cierre de las minas que Endesa explotó entre la localidad y la vecina Ariño. La clausura de las explotaciones carboníferas fue el primer paso del repliegue que culminó ayer. Uno de los mineros jubilados, Antonio Herrero, recordó que en su época de mayor pujanza, en los primeros años ochenta del siglo XX, Endesa tenía 2.800 trabajadores en la cuenca andorrana, de los cuales 2.000 trabajaban en las minas, que bajaron la persiana en 2005. Por entonces, la posiblidad de que también cerrara la central "era una opción que ni se planteaba". Herrero recordó que aunque la planta termoeléctrica tenía una vida útil de 40 años parecía que el día del cierre "no iba a llegar nunca" porque otras centrales habían prolongado su vida útil sin más problemas.

El secretario general de UGT en Teruel y empleado de la central de Endesa, Alejo Galve, explicó que se ha hablado durante tanto tiempo de que "venía el lobo" que parecía que nunca iba a llegar, pero "ha venido y además muerde mucho". La central se acaba de clausurar y al igual que sus 120 compañeros no sabe dónde estará su futuro laboral. Con el agravante que solo 16 de ellos están por debajo de los 55 años.

Entre los primeros afectados por el goteo de recortes de plantilla, figuran los empelados de las auxiliares de Endesa. Mari Carmen Sanz explicó que su marido, perteneciente a una subcontrata, dejó de trabajar en la central hace dos años y, aunque mantiene el domicilio en Andorra, desde entonces "sale a trabajar por todo Aragón". Otra andorrana, profesora de profesión, destacó la caída de alumnado en los últimos años, pero con el cierre auguró que "los jóvenes no van a tener ningún futuro aquí y solo vendrán a veranear".

El sentimiento de decadencia es generalizado y puede ir a peor porque durante los próximos cuatro años el desmantelamiento de la central generará empleo, pero a partir de ese plazo o hay empresas alternativas o solo quedará hacer la maleta. "Me da miedo lo que pueda pasar al quinto año porque si no se ha hecho nada para generar actividades sustitutivas hasta ahora nadie garantiza que se pueda hacer más adelante", dijo Roberto Miguel. Recordó que una de las grandes decepciones del proceso de cierre fue la visita de la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, en enero de 2019. "Nos hubiera gustado que llegara con compromisos pero no concretó nada. Nos dejó helados".

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