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El servicio vecinal para preservar a los ancianos de Teruel del coronavirus contabiliza dos voluntarios por cada usuario

 En una semana del programa 'Aislados pero no solos', hay 78 colaboradores mientras que el número de personas de riesgo atendidas es de 41. 

Un voluntario del programa 'Aislados pero no solos' recibe una comida preparada en Santa Emerenciana para llevarla a un anciano.
Un voluntario del programa 'Aislados pero no solos' recibe una comida preparada en Santa Emerenciana para llevarla a un anciano.
Jorge Escudero

La campaña ‘Aislados pero no solos’, lanzada por el Ayuntamiento de Teruel y la Federación de Asociaciones Vecinales para atender a las personas que por su avanzada edad o su delicada salud no deben salir de casa para prevenir el contagio por coronavirus, ha despertado una avalancha de solidaridad. El número de voluntarios inscritos para ir gratuitamente a las casas de los mayores a llevarles comida preparada o medicamentos, hacer la compra o sacar a pasear a las mascotas duplica al de usuarios.

En la primera semana de la campaña, se han inscrito como colaboradores 78 personas, en su mayoría estudiantes que se han quedado sin clases por el cierre de las universidades y trabajadores afectados por expedientes de regulación temporal de empleo o cuyas empresas han bajado la persiana.

El número de beneficiarios es de 41, de los cuales 29 son ancianos y otras personas de riesgo y 12, usuarios del albergue municipal. La coordinadora del servicio, Sonia Garzarán, explica que el procedimiento de trabajo se ha organizado para prevenir cualquier riesgo de contagio entre los voluntarios y los usuarios.

Los colaboradores reciben una mascarilla y guantes que tienen que ponerse desde el momento en que salen del centro de control, en el centro de día Santa Emerenciana –ahora cerrado como consecuencia de la epidemia–. Además, se les facilita una documentación con las instrucciones que tienen que seguir; la principal de ellas, que no puede haber ningún contacto físico con los ancianos para evitar la transmisión del Covid-19.

Cada servicio requiere de un mínimo de tres llamadas telefónicas para arrancar. El anciano pide la prestación, el centro de operaciones contacta con el voluntario y, finalmente, se vuelve a llamar al anciano para indicarle la persona que le atenderá. Irá provista de un certificado que acredita su identidad. Garzarán señala que una de las principales preocupaciones de los ancianos es el temor a ser víctimas de un engaño.

A las 12.00 empiezan a salir las primeras fiambreras de comida de la cocina del centro Santa Emerenciana rumbo a los consumidores. Los voluntarios parten hacia las casas de ancianos y personas enfermas o con discapacidad.

Uno de los colaboradores es Ángel Vicente, vecino de Teruel de 34 años, que se apuntó porque se considera "una persona solidaria" y en las actuales circunstancias "cada cual debe aportar lo que puede". Su principal preocupación es que, sin saberlo, pueda transmitir la enfermedad. Por eso, toma todas las precauciones posibles. "Me inquieta que la salud de otras personas dependa de mí", concluye.

Sonia Garzarán cuenta que los voluntarios nunca pasan del portal de la que casa que abastecen y prefieren que no les entreguen el dinero con el importe de la compra en mano sino depositado en un sobre. Una vez establecido el primer contacto, se procura que cada colaborador se encargue de los mismos usuarios. La relación personal entre las dos partes es importante y las llamadas de agradecimiento a la central son continuas.

El apoyo prestado es variopinto: llevar comida preparada, compra en comercios y farmacias, pasear al perro o, incluso, comprar tabaco. Una de las usuarias, María García, con problemas de movilidad y que vive con sus padres de 88 y 86 años, está "muy agradecida" por la labor del voluntario que la atiende. "Es majísimo –explica–. Hoy hay hecho una labor extraordinaria, porque ha sacado mi pensión de un cajero y luego le ha mandado dinero a mi hija, que está en Argentina". Pero su principal quebradero de cabeza es asegurarse de que sus padres no se infecten de coronavirus, porque dada su salud achacosa podría tener graves consecuencias. "Solo de pensarlo se me pone la piel de gallina", confiesa.

Otro servicio de ‘Aislados pero no solos’ son los 15 teleoperadores voluntarios que, desde sus casas, contactan con ancianos o enfermos para saber si necesitan algo o, simplemente, para «dar conversación», como señala la coordinadora del servicio. El presidente de la Federación de Asociaciones Vecinales, Pepe Polo, explica que estas entidades, desde su conocimiento detallado de los barrios, son las más eficaces para detectar los casos de riesgo y darles respuesta.

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