"Conozco un montón de fiestas multitudinarias, pero ninguna con tan buen rollo como las de Teruel"

La capital turolense es desde este sábado una ciudad gobernada por la diversión en la que miles de foráneos afirman sentirse como en casa.

Fiestas de Teruel
Fiestas de Teruel
Antonio García/Bykofoto

Teruel es desde este sábado propiedad de los peñistas y de miles de personas llegadas de fuera en busca de una ciudad gobernada por la diversión. Las habitualmente tranquilas y limpias calles son ahora una gran verbena carnavalesca por la que resulta casi imposible moverse debido a la muchedumbre enfervorecida por la fiesta y al mosto sobre el asfalto, al que la suela de las zapatillas se queda pegada.

Entre casetas de bocadillos de lomo a la plancha y chiringuitos en los que se venden sombreros y gafas de sol -además de una multitud de objetos difíciles de describir-, masas de gente daban rienda suelta a su alegría y ganas de verano al calor de la música y el jolgorio de las peñas, auténticos imperios de la fiesta. Vikingos, bailarinas con tutu, neandertales o jóvenes con un casco hecho de corteza de sandía eran algunos de los personajes que poblaban la jungla vaquillera.

De escoceses iban vestidos los miembros de una peña de Torrejón de Ardoz (Madrid), Los Desterraos, que no se pierden una Vaquilla desde hace 4 años. "Solíamos ir a Pamplona, pero descubrimos Teruel, una ciudad tranquila, sin jaleos y muy acogedora", explicaba uno de los socios, David Orad. Eso, y que en ninguna otra ciudad encuentran tantas verbenas juntas y con tantos decibelios de música abiertas a todo el mundo, confesó Orad.

En El Ajo, la peña más numerosa de las 21 de Teruel, ducha gratis para todo aquel que quisiera quitarse el pringue de los licores desparramados durante la puesta del pañuelo al Torico. Apostados junto a la carpa, otros dos visitantes, el francés Maxime Keranguyacater y la valenciana Ana Aroca. "Conozco un montón de fiestas multitudinarias, pero ninguna con tan buen rollo como esta", decía Maxime. "La gente te invita, es supersimpática y no hay peleas; ¡Teruel Existe!", proclamaron los dos amigos.

Más cerca de los 50 que de los 18, Agustín Paricio, turolense de toda la vida, disfrutaba de un ‘remojón’ -bebida refrescante- junto a la charanga de la peña Los Sordos en una barra de bar callejera. "Aquí, en cuanto nos ponemos la ropa vaquillera, somos todos iguales, no hay clases sociales ni diferencias de edad, y eso me gusta mucho", afirmó.

Las calles de Teruel se llenan de ganas de fiesta.

Hasta un inspector de Policía de Cuenca, Gustavo Jorge, que ejerció en Teruel hace dos años y ahora añora la alegría de la Vaquilla, confesó ser fan de estas fiestas. "No me pierdo ni una; el ambiente es superfamiliar, me siento como en casa, y eso que conozco los carnavales de Canarias por haber nacido allí", aseguró. Quienes viven la fiesta de otra manera son los voluntarios de Cruz Roja, que ya en la primera noche vaquillera atendieron a 62 personas, 11 de ellas con intoxicación etílica.

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