Gran corrida de Baltasar Ibán en la que se van los toros pero no el triunfo

Puerta grande más que generosa para Alberto Lamelas en la segunda corrida de la Feria del Ángel.

El torero Alberto Lamelas sale a hombros por la puerta grande de la plaza de teruel
Lamelas saliendo por la puerta grande
Antonio García

Este viernes criticábamos el mayúsculo petardo ganadero, ahora tocan elogios. Pocas corridas de provincia veremos tan bien presentadas como la traída por Baltasar Ibán. Íntegra, cuajada, rematada. Ningún pero para plaza de segunda. Un espectáculo distinto, con la emoción del toro encastado.

Me gustó especialmente el primero. Desde la pelea en varas, hasta el final en la muleta -noble, fijo y enclasado- de un Chacón que se tiró a matar por derecho y fue prendido con el peligro que no transmitió el colorado que hizo de cuarto.

El gaditano acumuló pases sin trascendencia y se hubiese agradecido mayor brevedad. En líneas generales, anduvo por debajo de su lote. Pero siempre justificándose. Nada que ver con un Pepe Moral que debería replantearse las cosas.

Forzado, despegado, sin ideas. La banda cantó el desacople tocando a destiempo. Y el de Los Palacios se los siguió pasando por Valderinares. Tiralíneas y formas de esquiador. Como el manejo de los aceros, que más bien parecieron bastones.

Entre tanto, Alberto Lamelas abrió la puerta grande sin firmar un pase que guardar. Ante su primero, toreó con más ajuste que mando. Y ese concepto, tremendista, le valió para cortar dos orejas en el quinto de la tarde.

El jienense fue incapaz de dejarle la muleta puesta en la cara para enlazar las series, pero su afectación caló. Sobreactuación hacia la salida a hombros. Lo que es torear, más bien poco. En la tónica de una tarde en la que se fueron los toros pero no el triunfo.

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