Toril y Masegoso: la nueva vida de un taxista de Barcelona
Tras 33 años llevando viajeros por las colapsadas calles de la Ciudad Condal, José Luis García hizo cuentas y se vino al pueblo en el que nacieron sus padres. Dijo adiós al estrés y saludó a la calma.
En el desierto demográfico de la Sierra de Albarracín hay pueblos sorprendentes. Uno de ellos es Toril y Masegoso, que sobrevive con 34 vecinos sin perder ni un segundo la esperanza de que cada día serán más. Sus calles y parques están limpios y cuidados, su fuente encalada está habitada todo el año por dos carpas rojas, su iglesia luce bien conservada y su preciado olmo, víctima de la grafiosis en 2003, ha sido convertido en monumento.
El responsable del buen aspecto de Toril y Masegoso es, en gran parte, José Luis García, hoy alguacil de este municipio resultado de la unión en el siglo XVII de dos núcleos masoveros distantes solo un kilómetro, pero, hasta hace poco, estresado taxista circulando a diario por la colapsada Diagonal de Barcelona.
"Treinta y tres años de taxista son muchos años", reflexiona. "Además, al final, la recaudación bajó mucho, tanto por el clima de tensión política que había en Barcelona como por la presencia en el mercado de las VTC, las plataformas de alquiler de vehículos con conductor", explica. "Por si fuera poco, la nueva normativa para taxistas obliga a cambiar el coche cada diez años y un coche cuesta mucho dinero, es una verdadera inversión", subraya. A todo ello se sumó su separación matrimonial. "Se me acumuló todo", afirma.
José Luis no es nuevo en el pequeño municipio turolense. Nació en Barcelona, pero porque sus padres emigraron allí desde Toril y Masegoso en los años 60 del siglo XX. Nunca dejó de ir a la localidad natal de sus progenitores cada Semana Santa y cada agosto. Cuando fue adulto, recuerda, ya hacía muchas cosas por el pueblo "gratis, solo por la ilusión de que todo fuera bien". Sus padres, ya mayores, se han quedado en Barcelona, aunque en verano vuelven a su tierra.
No se ha arrepentido de su decisión de dejar atrás la gran ciudad "ni un momento". "Este pueblo turolense es una maravilla: silencio, calma, paisaje y amigos", dice. Y eso que los servicios escasean en Toril y Masegoso. Un día a la semana va el médico a pasar consulta y otro, la ATS. No hay tienda de alimentos, ni bar.
En verano, con la llegada de decenas de personas y sus descendientes que en su día emigraron en busca de una mayor oferta laboral, la venta ambulante se anima, pero en invierno hay que ir a comprar a Albarracín a 29 kilómetros o a Teruel a 47 kilómetros de distancia para poder llenar la nevera. Cuando nieva, mejor tener un coche todo terreno con buenas cadenas porque el manto blanco puede alcanzar, fácilmente, un metro de altura. "Estamos a 1.500 metros de altitud", explica José Luis.
"Nunca supe sus nombres"
Pero ninguna de estas dificultades parece preocupar al nuevo alguacil de Toril y Masegoso, que, por cercanía, también se ocupa del cuidado de El Vallecillo, a pocos kilómetros. "Yo vivía en la planta doce de un edificio con 104 vecinos; no nos conocíamos, la gente en el ascensor, casi ni saludaba, nunca supe sus nombres, todo inhumano", recuerda. "En cambio, cuando venía aquí, a 460 kilómetros de Barcelona, con un trago de la fuente ya me sentía bien", prosigue.
Para él, todo son ventajas en el medio rural y recomienda "a todo el mundo" salir de las grandes ciudades. "En Barcelona, tardas media hora para poder aparcar en zona verde máxima rotación, ¿hay alguien a quién le guste eso?".
En Toril y Masegoso también hay donde pasar un rato entretenido con los amigos. El centro social, junto a la plaza del pueblo, se convierte cada fin de semana en lugar de reunión de los vecinos. Una partida de cartas y otra de dardos acompañadas de una bebida y una buena conversación son, a juicio de José Luis, actividades ideales para matar el tiempo libre. El lugar tiene también una televisión y pronto contará con un futbolín. "No se puede pedir más", dice José Luis con gesto de satisfacción mientras, acompañado de un amigo, explica que el local, dotado con una buena calefacción, "se calienta en diez minutos".
Podrá parecer testimonial, pero el pueblo está experimentando una tímida recuperación demográfica protagonizada por gente que, como José Luis, busca iniciar una nueva vida en el medio rural. "Antes del verano éramos 29 vecinos y ahora ya sumamos 34, y más que vendrán", afirma confiado. En la mente de todos está que pronto en las calles, ahora silenciosas, puedan oírse las risas de algún niño.
Dalda tiene en su mente un montón de proyectos para hacer revivir la localidad, desde un secadero de jamones artesanal a un pequeño observatorio astronómico. Lamenta que el escollo principal para llevarlos a buen término sea la falta de financiación, pero no pierde la ilusión. Otra iniciativa es abrir una gasolinera, ya que en la Sierra de Albarracín solo hay dos estaciones de servicio, una en Albarracín y otra en Orihuela del Tremedal, y Toril y Masegoso tiene una ubicación estratégica para abastecer a quienes llegan y salen de la zona.
El centro de interpretación de Dornaque está rodeado del paisaje más característico de la Sierra de Albarracín, pinos que crecen en montañas de piedra rojiza. De él parten senderos, con tramos adaptados a personas con movilidad reducida, que se adentran en un entorno habitado por ardillas, ciervos, búhos, pájaros carpinteros y águilas reales. También merece una visita la cascada del Molino de San Pedro, en El Vallecillo, un impresionante salto de agua del río Cabriel nace a tan solo dos kilómetros de allí que convierte este lugar en un espectáculo de la naturaleza en cada primavera lluviosa.
En datos
Comarca: Albarracín.
Población: 34 vecinos.
Distancia a Teruel, su capital de provincia: 47 km.
Los imprescindibles
El olmo, sobre un pedestal.
Los vecinos han restaurado un trozo del tronco de más de dos metros de diámetro del viejo olmo que reinaba en la plaza y lo han colocado sobre un pedestal. Sus ramas eran más altas que la iglesia.
Sabinas en el monte.
El entorno natural más próximo a Toril y Masegoso es un bosque de sabinas sobre las lomas suaves de la Serranía de Albarracín. Muchos senderistas disfrutan del paisaje cada fin de semana.
El Puntal del Rayo.
El agua que brota de la fuente del pueblo nace en la falda de la montaña bautizada como Puntal del Rayo, visible desde la plaza. Desde la rambla del Hocino, llega canalizada a la localidad.