"Un pastor nunca abandona las ovejas"

Joaquín Guillamón Solsona  (Linares de Mora, 1952) se jubila después de medio siglo haciendo la trashumancia entre Teruel y Valencia

Joaquín Guillamón Solsona, posando.
Joaquín Guillamón Solsona, posando.

Cuentan que se jubila Joaquín, el pastor de Linares de Mora.

Llevo 50 años haciendo la trashumancia con las ovejas desde Teruel a Valencia. Y sí, me jubilo.

Este año ha tenido compañía en la travesía por las veredas…

Así es. Han venido 17 estudiantes de Veterinaria de Valencia. Buenos chicos, aunque alguno no había visto una oveja en su vida. Vinieron y allí fuimos desde que amanecía hasta anochecer.

Vaya trajín…

Yo tengo la paridera en Linares. Pasamos por Nogueruelas, Rubielos, la Venta del Aire, Barracas, cruzamos Castellón, Ragudo, Caudiel, Castellnovo, para acabar en Soneja. En total, 130 kilómetros, a 20 y pico kilómetros por día.

Parece que el cambio climático no acaba con la trashumancia.

Esto sigue igual. Para el verano sigue haciendo calor, y estoy en Linares. Para el invierno, como sigue haciendo frío en Teruel, estoy en Soneja, que se hace más llevadero y hay buenos pastos.

¿Habla valenciano también?

Poco. Y eso que de joven tuve una novia valenciana.

Verá como se entere su mujer...

Me casé con Luisa Carmen, una chica de Puertomingalvo. Nos ha ido bien. Tenemos dos hijas, Laura y Susana, bien situadas las dos.

Lo suyo le ha costado…

Eso es verdad. De chico no fui a la escuela. Había que trabajar. Mi padre me enseñó a leer y escribir.

¿Pasó necesidad?

No. No sobraba nada, pero tampoco faltaba. En casa se mataban seis cerdos en invierno y cultivábamos la tierra. Así salimos adelante.

¿Y el oficio de pastor?

Comencé muy joven a jornal. Poco a poco hice mi rebaño. Con 17 años ya hacía la trashumancia.

¿Nunca pensó en trabajar en otro oficio menos duro?

Me saqué el carnet de conducir de primera y me puse de camionero. Pero al poco tiempo lo dejé.

Al volante se pasa menos frío...

Sí, pero aunque se pase frío o, antes, se durmiera en pajares o al raso o tuvieras que comer pan duro, lo mío es el pastoreo. Tengo entre 500 y 600 cabezas de ganado y tres perros: Rubio, Pastora y Chulilla. Salgo con un perro cada día con el rebaño.

Y usted todos los días.

Esa es la regla primera. Un pastor nunca abandona las ovejas.

Esa frase se estudia en las Escuelas de Economía.

No tenía ni idea, pero cierta es.

Por no abandonar las ovejas, murió hace un año el pastor de Codos. Para una vez que bajaba agua por el río Grío, la riada se llevó al pobrecico pastor.

¿Era joven?

Sí.

Ya lo siento, ya. Además de esa desgracia, es una pena que no queden pastores.

Me acuerdo del pastor de mi pueblo cuando yo era niño. Se llamaba (o le llamaban) Camparrinos. Hablaba con él. La sabiduría del pastor, aunque no esté reglada...

Eso dicen...

También me gusta cómo silban los pastores.

¿Sabe silbar usted o qué?

No lo logré aprender de Camparrinos... Ya ve, tuerzo el morro, soplo y aquí no suena nada…

Silbar no es lo suyo, pero qué buen rato hemos pasado...

Muchas gracias, Joaquín.

Yo también le doy las gracias por haberse acordado de mí.

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