Un viacrucis en morado y blanco para la capital

Cientos de personas siguieron los pasos y depositaron los ruegos al nazareno, una tradición que cada año aumenta sus fieles.

La peana del Cristo del Amor es llevado a hombros por la plaza de la Catedral.
Un viacrucis en morado y blanco para la capital
Antonio García/Bykofoto

La plaza de la Catedral de la capital turolense se convirtió anoche en el escenario de un viacrucis que fue seguido por cientos de personas. El buen tiempo reinante, la devoción de muchos y la curiosidad de los visitantes –que llenan desde hace días la ciudad– por conocer la tradición semanasantista del lugar, hicieron que este acto religioso estuviera arropado por un nutrido público.

Fue una procesión de contrastes. El recogimiento que se adueñaba de la plaza cuando el obispo, Antonio Gómez Cantero, y el vicario general, Alfonso Belenguer, recitaban cada una de las catorce estaciones del viacrucis, se veía roto por el estruendo de los tambores de la cuadrilla de la Hermandad de Caballeros del Santo Sepulcro y Cristo del Amor.

Vestidos con túnicas en blanco y morado, y ante la admiración de la gente, los cofrades hicieron retumbar con sus redobles la plaza de la Catedral, aportando una gran solemnidad a esta procesión.

El desfile religioso, que parte de la iglesia de San Andrés y recorre algunas de las principales calles del Centro Histórico, cuenta con un solo paso procesional, pero muy bello por su sencillez. Se trata de un cristo crucificado sobre una peana cubierta de flores que es llevada a hombros por una docena de hermanos.

Ayer fue también el día conocido como "de las tres peticiones". Cientos de fieles acudieron a la iglesia de la plaza del Seminario para depositar en una urna las papeletas con sus ruegos al Nazareno. La tradición gana seguidores año a año y se ha convertido en un acto muy destacado de la Semana Santa turolense. Los mensajes escritos son quemados al final del día, tras la procesión del Silencio de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima del Rosario, para que el humo suba al cielo.

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