La escena del funeral pone el broche de oro a una multitudinaria edición de las Bodas de Isabel

El buen tiempo propició la presencia masiva de espectadores en todas las representaciones teatrales.

Imagen de archivo de una celebración de las Bodas de Isabel.
El momento del beso de Isabel a Diego, yacente en un catafalco, fue uno de los más emotivos de la función de este domingo.
Antonio García/Bykofoto

Con una escena que contó con la intervención de un centenar de actores ha terminado este domingo la recreación histórica de las Bodas de Isabel de Segura, una fiesta con la que la capital ha latido durante tres días por la trágica historia de amor de los Amantes de Teruel. El público que abarrotaba la plaza de la Catedral se conmovió con la muerte de Isabel de Segura sobre el cadáver de Diego de Marcilla, tras ofrecerle el beso que le negó en vida, el episodio más triste de la representación teatral y el que ha puesto el broche de oro al drama que ha inundado de ambiente medieval cada rincón de la ciudad.

Varias horas antes de iniciarse el acto en el atrio de la catedral, el gentío ya abarrotaba el entorno de la plaza, sobre la que, poco después del mediodía, el sonido seco de un cuerno anunciaba la llegada de un nutrido cortejo fúnebre. El caballo sin jinete de Diego de Marcilla precedía una comitiva en la que pudo verse a los representantes del tejido social de una villa inmersa en el siglo XIII. Nobles, clérigos, beguinas (mujeres plañideras), peregrinos, mendigos, soldados y caballeros acompañaban un desfile presidido por la figura yacente del protagonista de la leyenda.

Ya en el atrio, se vivieron momentos de gran emotividad, con los que el público empatizó hasta llegar al llanto. Sobre todo, cuando Iris Latorre –actriz que ha encarnado a Isabel de Segura– hizo una teatral aparición en el funeral de Diego de Marcilla –interpretado por Pablo Porto–, cubierta con una capa que le ocultaba la cabeza. Los espectadores enmudecieron cuando la protagonista rozó los labios del difunto Diego y cayó posteriormente desplomada sobre su cadáver, muerta de amor. "Siempre me emociono –confesaba una valenciana–, por mucho que haya visto otras veces esta misma escena".

Antes del desenlace final, la banda sonora de los últimos momentos de la leyenda de los Amantes llenó de emoción el ambiente. El grupo turolense Lurte, seis intérpretes caracterizados de almogávares, puso música al lamento por la muerte de Diego con una triste melodía que arrancó fuertes aplausos de los espectadores. También fue bien acogido el sonido grave de los bombos de los templarios de Monzón, un grupo fiel a esta fiesta, que ha acompañado con su presencia numerosos actos de las Bodas de Isabel.

Las palabras de un actor encarnando al juez Domingo de Celadas pusieron punto final a la obra. Con ellas animaba a las gentes de la villa a que la historia de los amores entre Diego e Isabel, acontecidos en 1217, "sea conocida por las generaciones venideras".

La jornada de este domingo, muy multitudinaria y a la que acompañó el buen tiempo, con temperaturas suaves y un sol radiante durante todo el día, demostró una vez más la "catarsis" que, según la directora teatral,Marian Pueo, se produce en esta peculiar fiesta. Considera que los actores se sienten "atraídos al mismo tiempo que asustados" por interpretar sus papeles a pie de calle, con el contacto directo con el público. Los micrófonos inalámbricos que se ven obligados a usar supone también una dificultad añadida a la labor actoral.

Varios miles de espectadores llenaron en poco tiempo las plazas de la Catedral y Seminario, donde tuvieron lugar las últimas escenas, por lo que muchos optaron por concentrarse en torno a la plaza del Torico y en la calle de San Juan para no perder detalle de la representación a través de las pantallas gigantes instaladas en las fachadas de dos edificios.

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