Lleno a rebosar en la boda medieval de Pedro e Isabel, el primer acto de la fiesta más romántica

La escenificación abarrotó la plaza de la Catedral en una edición favorecida por el buen tiempo.

La escenificación de la boda entre Pedro de Azagra e Isabel de Segura reunió a un público muy numeroso en la plaza de la Catedral.
La escenificación de la boda entre Pedro de Azagra e Isabel de Segura reunió a un público muy numeroso en la plaza de la Catedral.
A. G./btkofoto

"¡Viva los novios! ¡Viva la novia guapa!". El público que abarrotaba ayer la plaza de la Catedral de Teruel vitoreó con ganas a la pareja que acababa de contraer matrimonio en la escenificación callejera de la leyenda de los Amantes. Era ajeno al trágico desenlace de la leyenda que constituye el hilo argumental de la multitudinaria fiesta de Las Bodas de Isabel de Segura. El evento, que alcanzará sus momentos cumbre durante el fin de semana, llena hasta la bandera los hoteles y restaurantes de la ciudad y convierte en hormigueros las calles y plazas del Centro Histórico.

La expectación por asistir al primer acto de la representación teatral llenó de curiosos las calles por las que discurrió la comitiva nupcial que trasladó a los novios Pedro de Azagra –interpretado por Ramón Bronchal– e Isabel de Segura –encarnada por Iris Latorre–. Los contrayentes, ataviados con sus mejores galas según los usos del siglo XIII y montados a caballo, entraron en el recinto amurallado por la puerta de la Andaquilla para recorrer la plaza del Seminario, la calle Yagüe de Salas y la plaza de la Catedral, donde se escenificó la boda.

El séquito incluyó grupos de música –uno de ellos magrebí–, religiosos, familiares y vecinos que arroparon a la pareja durante la celebración, en el atrio de la Catedral. El tiempo apacible que predominó durante todo el día contribuyó a incrementar la presencia de espectadores, muchos de los cuales grabaron la escena con decenas de teléfonos móviles y tabletas que sobresalían por encima de las cabezas de la muchedumbre.

Durante la representación, los novios recibieron los regalos del señor de Albarracín –hermano de Pedro de Azagra–, del padre de la novia y hasta de un legado del papa llegado para la ocasión. De traer los anillos hasta las manos de los contrayentes se encargó un halcón que sobrevoló el gentío entre exclamaciones de asombro. La nota humorística la puso una compañía de juglares llegados de la "muy lejana" Albarracín, que ensalzó los placeres de la buena vida y animó al público a corear sus consignas optimistas.

La única nota discordante la puso un hermano pequeño de Diego de Marcilla –el enamorado de Isabel ausente– que advirtió a los presentes de que la novia accedía al matrimonio con el poderoso Azagra "engañada y obligada". Le recuerda a la joven que el plazo de cinco años que le dio a Diego para regresar todavía no ha terminado. Pero su denuncia cae en saco roto y Pedro de Azagra e Isabel salen casados de la plaza de la Catedral. El ya marido no puede ocultar su satisfacción son su sonrisa perenne, mientras que la esposa, hierática e indiferente, muestra su contrariedad por un enlace que no desea y al que llega empujada por su padre.

La trama teatral, inspirada en una popular leyenda ambientada en el Teruel del siglo XIII, es el eje de Las Bodas de Isabel, convertidas en sus 22 años de existencia en la segunda fiesta más multitudinaria de Teruel, tras la Vaquilla, con una calidad avalada por su catalogación de Interés Turístico Nacional. Los actos centrales tendrán lugar hoy con la llegada y muerte por amor de Diego de Marcilla en una plaza del Torico repleta de público y mañana, domingo, con la escenificación del último suspiro de la Amante, que expira ante la visión de su enamorado muerto.

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