Las pinturas de la celda de la abadesa del convento de Mirambel recobran el brillo perdido

El habitáculo del complejo conventual del siglo XVI está siendo objeto de una profunda restauración

Los restauradores en plena intervención en las pinturas del siglo XVI
Las pinturas de la celda del convento de Mirambel recobran el brillo perdido
Heraldo.es

La celda destinada a la madre superiora del convento de la localidad turolense de Mirambel está siendo objeto de una profunda intervención por parte del Centro de Restauración de la Fundación Santa María de Albarracín. Este espacio es, junto con la denominada celda de castigo, una de las dependencias de mayor interés del complejo conventual de la Orden de las Agustinas, un edificio del siglo XVI que abrió sus puertas el año pasado por primera vez desde su fundación hace 452 años, después de su rehabilitación. El convento se cerró tras el traslado de las religiosas a la provincia de Castellón en 1980.

Se trata de un proyecto de restauración integral que está previsto que finalice antes de concluir el año. En él están trabajando tres técnicos: dos restauradores y un albañil especializado, por un periodo estimado en un mes y medio aproximadamente, y se centra en pinturas murales, grisallas, del siglo XVI, unos dibujos ampliamente extendidos, sobre todo, en la celda de castigo. Encima de estas decoraciones aparecen otras, mucho más coloristas, del siglo XVIII, y también más deterioradas por los repintes sucesivos que han tenido estos sobrios espacios.

Según señalaban desde la Fundación Santa María, en la celda de la madre superiora aparece un espacio compartimentado por tres habitáculos interconectados a modo de alcoba tradicional, donde podrían dormir la madre y su asistente, con una zona de estar común. Se da la circunstancia de que el espacio asistencial conecta a su vez con el mirador cerrado con la típica celosía geométrica que se superpone al portal de las monjas exteriormente, y que constituye la foto más característica de Mirambel. La celda de castigo se halla situada al fondo de un largo corredor de habitaciones dispuestas a uno y otro lado del pasillo de acceso, que se localiza justo encima de la interesante iglesia conventual.

Es, precisamente, en el espacio compartido donde han aparecido restos policromados del siglo XVI. Muy bien conservados los dibujos que se corresponden con una hornacina que quedó cerrada preservando estas pinturas, que tienen continuidad a uno y otro lado del hueco e imitan la mazonería de un retablo, pero ya mas deteriorados por los niveles superpuestos. Se trata de una crucifixión en grisallas, en la que la Virgen y San Juan enmarcan al cristo crucificado en el centro. Especialmente degradados aparecen, los restos policromados y coloristas superpuestos, posiblemente del siglo XVIII, siempre en un ámbito muy austero, y sobrio, como, según fuentes de la Fundación, debía corresponderse a la Orden de las Agustinas. Son espacios muy sencillos con pavimentos y muros de yeso en general, en los que las policromías marcan el único hecho diferenciador.

Las pinturas de las dos celdas fueron descubiertas hace unos años, tras lo cual el Ayuntamiento llevó a cabo una remodelación integral del convento que concluyó el año pasado. La intervención actual en las pinturas murales se realiza con el patrocinio de la Dirección General de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Aragón.

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