Fiesta de otoño para rescatar del olvido al chopo cabecero

Aliaga reunió a cerca de 400 personas que promueven la conservación de una de las especies arbóreas más singulares de Teruel.

Fiesta del chopo cabecero en Aliaga en años anteriores.
Fiesta de otoño para rescatar del olvido al chopo cabecero
F. H.

La ribera del Guadalope, a su paso por Aliaga, recibió este sábado la visita de cerca de 400 personas, amantes de los árboles singulares, en una nueva edición de la fiesta del Chopo Cabecero, una actividad que se organiza de forma ininterrumpida desde hace siete años con la finalidad de promover la conservación de este árbol singular y muy escaso, del que en Teruel se halla la mayor concentración de Europa. De hecho, las hileras de chopos cabeceros llegan a ocupar arboledas lineales de hasta 30 kilómetros de continuidad en algunas zonas, como en el valle del Pancrudo.


La fiesta, que cada año se celebra en una localidad diferente, batió en la jornada récord de participación. La proximidad del parque geológico de Aliaga, con sus espectaculares acantilados y sus originales formaciones calizas, fue un aliciente más para los aficionados a la naturaleza.


Tras un recorrido por la orilla del río y a lo largo de un hermoso paisaje otoñal de bosque fluvial, los participantes fueron testigos de una escamonda -la poda característica de los chopos cabeceros- de tres ejemplares situados en la zona del Molino Alto. También allí, se plantaron cinco chopos de manera simbólica y se entregó el título de ‘Amigo del chopo cabecero’ a la revista ‘Quercus’, cuyo director recibió una pequeña escultura con la figura de un árbol.


El portavoz del Centro de Estudios del Jiloca -una de las entidades organizadoras, junto con la plataforma Salvemos Aliaga y el Ayuntamiento de la localidad-, Chabier de Jaime, señaló que la actividad había logrado su cometido general de promocionar «nuestros árboles viejos y nuestros pueblos de Teruel». El chopo cabecero, que corre riesgo de desaparecer si no se arbitran las medidas necesarias para su conservación, es un ejemplo más de la grave regresión demográfica que está sufriendo la provincia.


Es fruto de una práctica agrícola tradicional que consiste en una poda, llamada escamonda, y realizada a unos dos metros del suelo, con lo que se logra el ensanchamiento del tronco. Esta actividad prácticamente ha desaparecido por la despoblación del mundo rural, por lo que, según los expertos, provoca a la larga la desecación de los árboles.


En la jornada de ayer se presentó en sociedad la Entidad de Custodia del Territorio para la Conservación del Chopo Cabecero, un grupo integrado por diferentes colectivos y particulares cuyo objetivo es impulsar el mantenimiento de la escamonda a través de empresas especializadas. «Pero, según de Jaime, es díficil lograr este objetivo si no hay financiación».

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