​Cella y Alpeñés, hermanadas por un retablo

El monumental retablo de la parroquial de Cella recupera su esplendor tras su restauración. Originario del santuario de Alpeñés, se desmontó en los 50 ante la ruina del edificio

Detalle del retablo
Detalle del retablo
M.M.

Los vecinos de las localidades turolenses de Alpeñés, en la comarca del Jiloca, y Cella, quedaron 'hermanados' en los años 70 por los avatares vividos por un retablo barroco salvado de la ruina. Algunos de los vecinos de estas localidades se volvieron a juntar recientemente en la presentación de las obras de restauración del monumental retablo que vuelve a brillar en la parroquial de la Inmaculada Concepción de Cella.


Se trata de un altar que ha recuperado su esplendor desde que en los años 70 fuera recuperado de la oscuridad de los almacenes en los que se encontraba sin uso. Originario del Santuario de La Langosta de Alpeñés, en los años 50 el Obispado de Teruel decidió desmontarlo ante la amenaza de ruina del santuario, como finalmente ocurrió, por lo que fue almacenado en el antiguo Convento de los Capuchinos de Teruel hasta que encontró en Cella un nuevo espacio devocional que presidir.


Las obras de restauración, que se presentaron recientemente a los vecinos de Cella, se centraron en el tratamiento intensivo para la recuperación de la madera y consolidación de las partes más afectadas por la carcoma, consolidación y limpieza de los dorados así como la recuperación de la talla del siglo XVIII de la Inmaculada Concepción, titular de la parroquia, que ocupa la hornacina central que en su origen ocupó la de la virgen de La Langosta. "Estar tantos años desmontado y en condiciones un poco adversas tuvo sus consecuencias sobre la madera, así como el montaje, en las zonas superiores del ático ha sufrido remodelaciones para adaptarlo al nuevo espacio", explica Belén Díaz Atienda, restauradora del retablo. En todo caso, apunta que "gracias a que en aquel momento se tuvo esa cordura de cambiarlo de sitio, actualmente se conserva".


Toda una operación de salvaguarda ante sucesivas desgracias sobre el patrimonio histórico-artístico en el medio rural que se remonta varios siglos atrás.


La parroquia de Cella contó originalmente con un magnífico retablo, obra maestra del Renacimiento turolense atribuido a Cosme Damián Bas, que se fragmentó al hundirse el ábside del templo parroquial en abril de 1802, por lo que tan solo han llegado a nuestros días algunas de sus tablas, hoy en almacenaje. Damián Bas fue un gran artista muy relacionado con la provincia de Teruel y donde trabajó hasta sus últimos días, por lo que es en la misma parroquial de Cella donde está enterrado.Ampliación del templo

Tras la pérdida de esta pieza patrimonial, el templo permaneció durante años sin retablo, hasta que tras la ampliación del templo a principios del siglo XX, colocaron en el altar mayor un retablo de tablas y cartón pintado de escaso valor artístico. Así, en los años 70, ante la necesidad de un gran altar para el templo y al tener conocimiento de la existencia del retablo sin uso de Alpeñés, se solicitó al entonces obispo su instalación en Cella, donde se encuentra desde 1976.


El retablo es obra del escultor Francisco Ascoz, de Barrachina, en la segunda mitad del XVII, y se ejecutó por 530 libras jaquesas, unos 9.984 reales. Los cuadros eran de la mano de Vicente Guilló, si bien al parecer fueron destruidos en la Guerra Civil. Así, los actuales cuadros que adornan el retablo son contemporáneos, obra de Juan Antonio Pumareta, natural de Cella, y Sor Mª Gema Pitarch, del Monasterio de las Clarisas de Báguena (Teruel), por lo que no han requerido intervención.


Tras estos meses de restauración, la obra ha recuperado prácticamente todo su esplendor original gracias a la calidad técnica de ejecución del oro, "lo que ha permitido que en las zonas que estaban en mejor estado de conservación la intervención haya sido al cien por cien satisfactoria", apunta la restauradora.

Por su parte, la primitiva ermita del santuario de la Virgen de La Langosta de Alpeñés, de una arraigada tradición mariana, acabó hundiéndose en los años 60, y en los 80 se inauguró la nueva ermita, a la que se acercan numerosos vecinos de los alrededores en romería el primer sábado de junio y el primer domingo de octubre.

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