Teruel

Las tablas medievales de Bronchales permiten la recreación parcial del alfarje al que pertenecieron

El municipio de Albarracín acoge estos días un curso de restauración de retablos que está analizando uno de los retablos de la catedral, perteneciente a siglo XVI.

La Fundación Santa María de Albarracín ha informado este lunes de que el estudio de las tablas medievales de la localidad de Bronchales está permitiendo lograr la recreación parcial del alfarje de la ermita al que pertenecieron.


Hace unos meses, el alcalde de Bronchales, Francisco Nacher, se dirigió a la Fundación Santa María de Albarracín para pedir asesoramiento sobre estas tablas encontradas en la última restauración de la ermita de Santa Bárbara, promovida por el propio ayuntamiento.


Dada la singularidad de estos restos, la Fundación contactó con el Instituto de Patrimonio Cultural de España, con el que colabora en el desarrollo de los cursos, para solicitar el asesoramiento de la profesora del curso de retablos y especialista en la intervención de estructuras de madera, Ana Carrasón. De esta forma, se organizó una primera visita, de la que salió el primer informe sobre estas tablas medievales, elaborado por la profesora.


La propuesta de intervención surge de la profesora Carrassón, ante el interés formativo que pudiera tener este proceso para los restauradores del curso, dada la singularidad de los materiales y el estado originario en el que se encontraban, ha señalado la Fundación.


Los trabajos han comenzado con el estudio pormenorizado de las 43 tablas que constituyen la colección, estableciendo la posible disposición de la techumbre a la que pertenecieron. Se trata de los restos de un alfarje de la primitiva ermita de Bronchales, que ha sido reutilizado, "por cuanto la mayoría de las tablas aparecen cortadas en sus extremos, y como muestra también el lugar en el que se encontraron, reforzando por encima la actual estructura de madera". 


La discontinuidad decorativa en los bordes, así como las huellas alternativas de apoyo, han permitido la reconstrucción de lo que pudo ser un sencillo alfarje medieval de cubrimiento de la primitiva ermita e, incluso, su disposición primera, "truncada por las muchas lagunas y faltas del maderamen".


"Los aliceres perimetrales más largos apuntan el que pudo ser el perímetro original, restringido a los dos cuerpos que prolongan la cabecera del monumento", ha detallado la Fundación.


Así, ha indicado que "se pudo tratar de un alfarje con sencillas decoraciones en tonos negros y rojos, con populares y reiteradas formas en roleos que circunscriben también bandas alternativas de color, en general muy perdido, a veces entre reiteradas tallas de flores, alternantes con policromías".