FIESTAS DE TERUEL

Últimos coletazos de los tres días más grandes del año

'El regañao', imprescindible en la merienda de ayer.
Últimos coletazos de los tres días más grandes del año
ANTONIO GARCíA

Hasta las seis de la tarde, Teruel semejó a una ciudad dormida: peñas sin actividad, charangas enmudecidas, incluso puestos del mercadillo y ferias cerrados por falta de clientes.

La jornada anterior, la más larga de todas las fiestas, había dejado entre los turolenses un poso de gran cansancio. Los ensogados, que comienzan con el traslado de los toros desde el coso taurino hasta los corrales de la Nevera, a las seis de la madrugada del lunes, agotaron hasta el extremo a peñistas y visitantes tras tres intensos días de jolgorio.

Las peñas daban ayer los últimos coletazos a las fiestas. Fue un día de paellas. Casi todas estas agrupaciones incluyen este plato en el menú de los lunes y la mayoría son preparadas al aire libre, en calles o parques.

Los peñistas sacaron fuerzas de flaqueza, y, tras el café, la copa y el puro, se lanzaron a recorrer con las charangas el Casco Histórico, algunos desafiando al toro ensogado que corría, sujeto por los hombres de la Soga y la Baga, muy próximo a los desfiles musicales.

La resaca del triunfo del Mundial todavía se apreció por la tarde en alguna indumentaria de los vaquilleros. Algunas peñas optaron por organizar actos tranquilos en los locales de las peñas, con actuaciones de solistas, pero otras se inclinaron por los potentes ritmos de batucadas.

Fue también el día de los 'regañaos', la típica torta de jamón, arenque o bacon con pimientos rojos, que se consume en Vaquilla desde tiempos remotos. La mayoría de las peñas repartieron estas viandas a sus socios durante la hora de la merienda. Algunos evitaron las largas colas para recibir la torta de pan. "Yo prefiero comer un chocolate con churros en cualquier chiringuito antes que soportar esta fila con este calor", explicaba Carmen, de la peña El Ajo.

En las calles más alejadas del Casco Histórico proliferaron los carritos de bebés. La ausencia de las aglomeraciones de los días anteriores, propició la salida de los más pequeños de la casa. Nieves, una joven madre, consolaba a su pequeña, empeñada en salir corriendo por una calle sin la ayuda de los adultos. "Qué duro es ser madre -reconocía-, sobre todo en La Vaquilla".

A las doce de la noche, la plaza del Torico vibró con el ruido ensordecedor de la traca de los Hermanos Caballer. Cuando el humo se disipó, todas las peñas ya estaban preparadas para concluir uno de los actos que cada año cobra mayor protagonismo en La Vaquilla: la retirada del pañuelo rojo al Torico. Pascual Yuste y Francisco Martínez, de la peña El Despiste, fueron los encargados de trepar por la columna del monumento, y, tras besar la escultura, le despojaron al Torico de la prenda roja que ha lucido durante tres días.