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Imaginación y peñistas al poder

Miles de vaquilleros abarrotaron ayer la plaza de toros para celebrar la meriendaLos disfraces y los accesorios que regalan las peñas fueron la nota de color de la tarde

Regañaos, bebida y, sobre todo, buen humor, durante la tradicional merienda en la plaza de toros.
Imaginación y peñistas al poder
ANTONIO GARCÍA

El binomio fiesta de disfraces y toros funcionó ayer tarde en las fiestas de la Vaquilla a las mil maravillas. El tendido del coso turolense se llenó de cientos de piratas del Caribe, miembros de la familia Simpson, manolas, comecocos, jipis, abejas gigantes, dragones y otros especímenes propios de una noche de carnaval. El objetivo no era otro que merendar al tiempo que se exhibían los toros que hoy saldrán ensogados por la plaza del Torico así como un puñado de vaquillas que pusieron emoción y riesgo a este festejo colectivo y, sobre todo, gastronómico.

 

La ciudad era una fiesta desde las cuatro y media de la tarde, cuando las 18 peñas, con sus 7.500 peñistas, acudieron a la plaza del Torico para desfilar con sus disfraces y con los accesorios que cada agrupación regala en este día a los socios. Por ejemplo, el distintivo de Los que Faltaban era un sombrero blanco de tela, el de Nos An Soltao, un sombrero de paja y el de Los Marinos, un pañuelo. El Ajo repartió dos guantes hinchables; el Chasco, gorros con forma de perro o de pollo y El Campanico, diademas con orejas de conejo.

 

Un veterano vaquillero, Carlos Sabino, vestido a la perfección de gobernador de galeón inglés del siglo XVII, bromeaba respecto a la confección del traje: "Me lo ha regalado el sastre de Camps y yo no tengo que demostrarlo". En este tradicional acto se pone a prueba la imaginación de todos los peñistas y de cada vaquillero para diseñar el mejor y más llamativo disfraz.

Un barco en Teruel

Como es habitual, el barco de Los Marinos blanco y azul, de 12 metros de eslora, acaparó toda la atención cuando cruzó el viaducto camino de la plaza de toros. Iba rodeado de los más de 600 peñistas con uniforme de marinero que integran la asociación. Las peñas se ocupan también de la intendencia de esta tarde de merienda, preparando regañaos y bebida para todos.

 

Ya en la plaza de toros, la aglomeración que se registra es importante. El coso, con capacidad para 3.000 personas, resulta insuficiente para todos los peñistas y vaquilleros que quieren entrar. Y eso que, para acabar con la peligrosa masificación, hace ya años que el Ayuntamiento e Interpeñas acordaron dejar fuera cada vez, por turnos, a cuatro peñas. Ayer, en la zona de Sol se veían algunos huecos, claro, pero es que mucha gente no podía aguantar a más de 30 grados de temperatura y sin una sombra las más de dos horas que duró el espectáculo.

 

Otra cosa eran los palcos del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial. Allí, alcalde, concejales y diputados, todos de riguroso uniforme vaquillero y con espacio suficiente -a la sombra- para moverse de un lado a otro, comentaban el aspecto de los toros, su comportamiento y la indumentaria de los peñistas.

Una hora con los ensogados

En general, los toros que hoy serán ensogados se hicieron de rogar a la hora de regresar a los toriles. De hecho, la exhibición de estos astados se llevó más de una hora del espectáculo debido a la dificultad que hubo para retirarlos. Una vez que estuvieron todos dentro, los peñistas saltaron a la arena para degustar allí los típicos regañaos de jamón o sardina mientras las charangas competían con sus tonadillas desde lo alto de las gradas.

 

Tras la merienda, se soltaron varias vaquillas que hicieron correr a los peñistas a todo gas y, a algunos de ellos, pasar de un salto, sin tocar la madera del burladero, desde el albero al callejón. Por suerte, no hubo ninguna cogida de importancia, tan solo algún revolcón sin mayores consecuencias.