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Tres días de libertad, ambiente sano y buen rollo

La peña Nos An Soltao ofreció ayer para todo el mundo una 'gaseosada' o remojón general con gaseosa, cerca de su local.
Tres días de libertad, ambiente sano y buen rollo
antonio garcía

Los 20.000 brazos -quizá más- que se alzaban en la plaza del Torico a las cuatro y media de la tarde pidiendo agua y vitoreando a los dos peñistas que ponían el pañuelo, se repartieron después por las calles de la ciudad. No parecía molestarles llevar la camiseta y el pantalón empapados de sangría y el pelo acartonado por las ráfagas de bebida que todo el mundo lanza contra todo el mundo. "¿Que si se me pegan al suelo las zapatillas? No, a mí, no. ¡Si hasta puedo patinar!", decía negando la evidencia un eufórico joven en los alrededores de El Ajo, una de las peñas más 'cañeras' de Teruel.

Ese mismo joven, David Licer, de 26 años y vecino del enclave valenciano del Rincón de Ademuz, tenía muy claro lo que le atrae de la Vaquilla. "Vengo todos los años desde hace siete. Esta fiesta dura todo el día y toda la noche. Además, en Teruel se está muy bien, hay muy buen rollo y mucha libertad", afirmó.

Un amigo suyo, Fernando Álvaro, 41 años, se apunta voluntario a dar su opinión. "Es un ambiente muy sano, y ahora mucho más que antes. Hace unos años, no se podía caminar por las calles del centro de tanta gente que había en el suelo pasada de alcohol, ahora, aún no he visto a ninguna", explicó. Relata que una vez llegó a echarse a dormir con un amigo debajo de un coche. A la mañana siguiente el coche había desaparecido y solo quedaba de él el olor a tubo de escape impregnado en sus ropas.

En la plaza de San Juan, las primeras charangas de la Vaquilla empezaban a trabajar. Tras ellas, tipos disfrazados de mujer bailaban codo con codo con vaquilleros de ropa milagrosamente impoluta, porque ya es difícil salir indemne de esta batalla campal que es la Vaquilla. Una mujer de la peña Los Sordos que seguía a una de estas charangas con paso vaquillero comentó que "durante esta fiesta somos todos iguales, nadie es más ni menos. ¡Ah!, y cada uno viste como quiere".

Razón no le faltaba, porque desde ayer peñistas y visitantes ofrecen un visión de los más variados y posibles tipos de sombreros, gorras y gorros, camisetas con leyendas y otros atuendos. La mayoría han sido comprados a los muchos vendedores ambulantes que han llegado a la ciudad.

La gente viene a vivir la Vaquilla desde distintos puntos de la geografía española. Ángeles Ferrer, de 24 años, que reside en Madrid, explicó que acude cada año a Teruel en busca de una fiesta "en la que participa toda la población". La joven resaltó, eso sí, que la ciudad "queda hecha un desastre", aunque también añadió que "son solo tres días y solo por el espíritu festivo que reina aquí, y que es único, compensa".

A 200 metros del Centro Histórico, que ha sido cortado al tráfico para que los vaquilleros campen a sus anchas, Teruel se ha convertido en un campin. Allí aparcan los coches los visitantes, dentro de los cuales guardan algo de comida y bebida para resistir la larga fiesta. En los jardines han surgido, como setas, tiendas de campaña en las que hoy dormirán hasta el mediodía muchos jóvenes. Y para combatir el calor y empezar bien el día, qué mejor que una ducha... en las mangueras de la gasolinera de la Avenida de Sagunto, donde ayer hacían lo propio tres chavales.