TERUEL EN FIESTAS

Los ensogados dejan un herido por asta

Cuatro toros protagonizaron por las calles del Casco Histórico el acto estrella de las fiestas turolenses.

Un hombre de 35 años resultó ayer herido por asta de toro en los ensogados de la tarde, uno de los actos de más tradición de las fiestas de la Vaquilla. Sufrió una cornada en la rodilla, aunque su estado, en principio, no reviste gravedad.


El incidente ocurrió en el segundo de los toros, sobre las siete de la tarde. El hombre se encontraba en la zona de los porches de la plaza del Torico, a la altura del restaurante El Pecado de Eva, cuando el astado irrumpió en este espacio, en el que habitualmente se refugian algunos corredores, y le propinó un puntazo en la rodilla. El herido fue trasladado inmediatamente por personal sanitario a la ambulancia de la Cruz Roja que se mantenía de guardia en la calle Nueva, y a continuación al hospital Obispo Polanco, en el que el hombre corneado, que entró consciente, fue ingresado a la espera de una intervención quirúrgica.


Este incidente empañó el final de una fiesta que hasta entonces se había destacado por su tranquilidad. Y, en cierta manera, deslució el acto de los ensogados, espectáculo taurino que comenzó a las seis en punto, tras el sonido de un cohete. Fue la señal para que la puerta de los corrales de la Nevera se abriese de par en par para dar salida al primer ensogado de la tarde, un toro negro de casi quinientos kilos de peso que sujetaban con fuerza los hombres de la Soga y Baga.


El astado se desplazó con rapidez. "Tiene un gran arranque", comentaba un espectador, entendido en la materia. El animal parecía no apreciar, en principio, la diferencia entre la textura dura del asfalto y el mullido manto vegetal de su finca natal. Algo que no ocurriría más adelante, cuando las carreras, el sofocante calor y las multitudes que lo rodeaban y lo atosigaban, provocasen su agotamiento.


Los toros ensogados, el acto que se constituye como la esencia de las fiestas de la Vaquilla, comenzaron con una plaza del Torico y calles adyacentes -el escenario de este acontecimiento- repletas de gentes de todas las edades. Los más pequeños, subidos a alféizares de las ventanas, a la parte superior de la entrada al aljibe o a cualquier saliente que les permitiese contemplar los toros con la suficiente protección.


Los hombres de la Soga y la Baga -con pantalón blanco y polo granate- decidieron sacar al primer ensogado por la calle Santa Emerenciana y la plaza de la Catedral, para hacer más amenas y sorprendentes las carreras delante del toro. El segundo, discurrió por el Tozal, el recorrido clásico, y los siguientes, hasta completar los cuatro previstos, se fueron alternando por estos dos espacios.


Las carreras fueron constantes, y las multitudes causaron más de un traspié a algún corredor. "La gente es casi lo más peligroso -decía una mujer de mediana edad-. Muchos se echan a correr en cuanto ven aparecer la cuerda del toro y, si no eres muy ágil, te pueden arrollar".


Después de tres horas, y de repetir las apariciones de los toros que habían dado más juego, un nuevo cohete anunció el fin del acto.


Los toros de madrugada


Los ensogados tuvieron, no obstante, a lo largo de la jornada distintas variantes, y fueron, probablemente, los traslados de madrugada unos de los preferidos por los turolenses.


El acto, que dio comienzo a las cinco y media de la mañana en la plaza de toros, fue contemplado por numeroso público que se cubría del frío de la madrugada en el graderío. Los cuatro toros, que realizaron el traslado a pie desde el coso a los corrales de la Nevera, en el Casco Antiguo, salieron de uno a uno al albero y fueron dominados por los hombres de la Soga y Baga, quienes, con gran maestría, sujetaron la cornamenta con las ligaduras.


A media mañana, le tocó el turno a los más pequeños, con una vaquilla infantil, con la que se pretende generar afición. Multitud de niños, con sus padres, disfrutaron de este acto, que, estuvo amenizado por la peña El Agüelo.