TERUEL

Vaquilleros sin complejos en el albero

Ni un alfiler cabía ayer en las gradas de la plaza de toros de Teruel, donde se celebraba la Merienda, se exhibían los toros que correrán hoy ensogados por el Centro de Teruel y se soltaban vaquillas emboladas para entretenimiento del público. Con los años, este acto se ha convertido en uno de los más tradicionales de las fiestas del Ángel de la capital de la provincia.


Los miles de peñistas de Teruel llenaban casi todo el espacio. El resto lo ocupaban vaquilleros de distintas edades que no pertenecen a peñas y también las autoridades. Ya se sabe que el coso de Teruel se queda pequeño para toda la gente que acude en este día. De hecho, una vez empezada la fiesta, aún había chavales con no más de dos Vaquillas de experiencia que buscaban sin éxito un hueco en el que sentarse.


La plaza retumbaba con una fusión de melodías indescifrables que salía de las charangas que cada una de las peñas llevó a la fiesta. El graderío, un hervidero de gente vestida de todos los colores y con todos los accesorios que uno puede imaginar. Los de Nos an Soltao movían al unísono un tubo hinchable plateado; los de El Despiste, un sombrero verde; los de El Ajo iban de hawaianos, o algo así, y los de El Chasco llevaban un gorro de papá Noel. Había más: chikilicuatres, egipcios, mosqueteros, colegiales, obispos, Astérix...


"Es un espectáculo de color y diversión. Nada más asomarse uno a la plaza y ver a todos los peñistas siente una gran alegría", señalaba la ex concejala María Rosa Mateo, que compartía palco con miembros de la Corporación Municipal y de la Diputación Provincial de Teruel.


La gente voceó cuando salió el primero de los cuatro toros que se muestran. Parecía un animal tremendo, pero algunas personas de entre el público con varias meriendas a sus espaldas explicaron que "es, más o menos, como los que salen todos los años, de 450 kilos".


Estos toros, cuatro en total, permitieron a un puñado de aficionados hacer sus pinitos con el capote y tener en vilo a los espectadores, que gritaban cuando el astado les perseguía y les hacía meterse en el burladero.


Un escenario



Si no todos los peñistas, la mitad de ellos se tiraron al albero en cuanto terminó la exhibición de los cuatro toros. En pocos segundos la arena se convirtió en un escenario en el que mientras un grupo hacía mover a un dragón de tela y cartón, otro formaba una torre humana. Al lado, seis egipcios se convertían en efigies y otros cuatro peñistas dibujaban con dos círculos rojos de distinto tamaño el logotipo de una conocida cadena de televisión.


Así, más que merendar, parecía que la gente lo que quería era divertirse con sus disfraces y su buen humor. Pero no. En las gradas se merendaba en serio, con regañaos, empanadas, bocadillos, pasteles, tortillas de patata, embutidos y bebidas.


A las siete en punto sonó una sirena, la que da por terminada la merienda y anuncia la salida de las vaquillas, que hizo huir despavoridos del centro de la plaza a los peñistas que habían bajado para mostrar su disfraz. Apenas 20 personas se quedaron a esperar a los pequeños astados.


Las vaquillas, que salieron con los cuernos embolados para así evitar daños mayores, pusieron de manifiesto la buena forma física en que se encontraban los vaquilleros, a pesar de que a estas alturas de la fiesta muchos de ellos podían llevar ya dos noches sin dormir. Apenas hubo revolcones. Los vaquilleros cruzaban por delante de las vaquillas como balas aunque más de uno, perseguido por el animal, saltó con tal brío al callejón que cayó de cabeza.


"Todo está saliendo muy bien en estas fiestas", afirmó el alcalde de Teruel, Miguel Ferrer, desde el palco presidencial. "Me dicen los de Cruz Roja que hay, incluso, menos incidentes que el año pasado", continuó. Se le veía contento y parecía que dos días de fiesta no habían hecho mella en él.