FIESTAS DE LA VAQUILLA

Y el pañuelo se anudó al Torico

Tomás Cañete, de la peña El Trago, fue ayer el protagonista del rito que marca el arranque de los tres días grandes de las fiestas. Como novedad: confetis y serpentinas volaron sobre la plaza al son del himno de la Vaquilla.

"Oé, oé, oé, que bote Teruel". Fue la contraseña que resonó al unísono ayer en la plaza del Torico, y el grito de júbilo que precedió al momento más esperado de las fiestas turolenses. El rito que se ha convertido desde hace más de veinte años en el punto de arranque de los días grandes de la Vaquilla se cumplió una vez más pasadas las cuatro y media de la tarde, en una plaza abarrotada de gente.


Difícil lo tuvo uno de los miembros de la peña El Trago -la encargada este año de poner el pañuelo al Torico- para acercar el pequeño lienzo rojo, que le habían dado en el Ayuntamiento tras el toque del Campanico, a Tomás Cañete, el peñista que escaló la columna hasta la escultura de bronce.


En medio de la multitud se hizo un camino, y, aunque con cinco minutos de retraso, el pañuelo llegó al fin a las manos de Cañete, un atlético bombero con más de treinta años en la peña el Trago que, en un visto y no visto, trepó por la columna, se sujetó al toro y le colocó el pañuelo anudado en el testuz.


Cinco besos


Primero un beso, luego otro, y así hasta cinco ósculos ofreció al Torico. Tomás Cañete fue, sin duda, el más besucón de los peñistas que han protagonizado hasta ahora este acto. De hecho, desde las alturas lanzó con las manos besos a la multitud que, enfervorizada, saltaba y agitaba las manos, intentando atrapar esas muestras de cariño del intrépido vaquillero.


El hombre se resistía a descender de la columna. Encaramado a la pilastra de piedra, se abrazaba una y otra vez al Torico. La sorpresa de este año no se hizo esperar: de los tejados de los edificios de la plaza surgieron como por encanto numerosos confetis y serpentinas de colores al tiempo que el himno de la Vaquilla acallaba las voces de admiración. Fue el momento en el que Tomás Cañete decidió descender del lugar más deseado en la Vaquilla. Y también fue la sorpresa que el Ayuntamiento tenía a buen recaudo para la edición de la Vaquilla de este año.


Mientras tanto, en la plaza, los peñistas, apretados unos contra otros, pedían a gritos agua a las gentes que se asomaban a las ventanas y balcones. Con cubos y distintos recipientes se lanzaba el preciado líquido que venía a calmar el sofocante calor que emanaba del asfalto cubierto de vino y de otras sustancias alcohólicas.


Sábado de Pasión


El morado se convirtió ayer en el color de moda de la Vaquilla. "Parece que estemos en el sábado de Pasión", decía irónicamente un hombre apostado con su cámara cerca de una de las columnas de los porches de la plaza, haciendo referencia a las grandes manchas de vino tinto que cubrían las camisetas y pantalones blancos de los peñistas.


Si el morado es el tono de moda en estas fiestas, el lema del momento es: "Yo soy español, español, español", un himno que cantaron hasta la saciedad las multitudes aprisionadas en la plaza del Torico, recordando la pasada Eurocopa de fútbol. Grandes balones de playa pasaron de mano en mano de un extremo a otro de la plaza del Torico, y resistieron las sacudidas que iban recibiendo de uno y otro lado. No aguantó un cocodrilo hinchable, que acabó en el suelo, hecho jirones.


La plaza del Torico tardó en quedar despejada, pero ya no será la misma de antes durante los próximos tres días. El pequeño astado de bronce, con el pañuelo anudado al cuello, contemplará desde las alturas cómo los turolenses celebran el fin de semana más grande de sus fiestas.