Álvaro Lorenzo sobresale en la corrida de Torrealba

El joven toledano, que cortó una oreja, fue lo más destacado de la tarde. Fandi y Castella anduvieron discretos.

La ganadería salmantina de Torrealba se ganó este viernes el derecho a volver a Teruel. Dos toros presentados por los hermanos Revesado (segundo y tercero) fueron de nota y los demás tuvieron sus teclas; a veces pulsadas y otras tantas sin probar. El viento molestó durante la tarde a todos menos a un Fandi al que igual le dio so que arre.

El granadino ofreció dos faenas idénticas en las que cuidó a su oponente en el primer tercio; lo exprimió en banderillas y, cuando tuvo que estructurar, se perdió en la vulgaridad. Si algo tuvo el que abrió plaza fue recorrido, pero El Fandi ahogó sus embestidas a base de trapazos en las cercanías, donde el toro se sintió podido y echó la persiana antes de hora.

Con su segundo, más de lo mismo: un sinfín de tandas empujadas por Eolo. La muleta volaba cual bandera a cuadros mientras el comisario Fandila se reunía con el toro. Cuarenta o 50 pases sin alma no sirvieron para descubrir al animal.

Más cristalina fue la condición del lote de Sebastián Castella. Su primero se movió con clase y fijeza por ambos pitones, hasta que la escasez de fuerza moderó las embestidas. En el tramo final de la faena, tardó en arrancarse a los vuelos. Casi tanto como Castella en cruzarse y torear -de verdad- al natural. Era tarde, pero le valió para cortarle la oreja a un sensacional toro.

Después el francés quiso dejarse entero al quinto de la tarde, que se había arrancado de lejos y con alegría al caballo, y erró. El animal tuvo movilidad en la muleta pero jamás descolgó. Hubiera agradecido un segundo puyazo que ahormase las embestidas, sorteadas por un torero que siempre anduvo fuera de cacho.

Nada que ver con Álvaro Lorenzo, comprometido de inicio a fin. El joven toledano propuso el mejor toreo de capa y con la muleta se mostró dispuesto y variado. Una tanda de rodillas con doblones posteriores hizo de preámbulo de su primera faena, cargada de emoción.

Con la derecha toreó despacio y con gusto, aprovechando las dulces embestidas de su adversario. Sobre la izquierda, expuso el medio pecho para dibujarlos de uno en uno, hasta acabar con unas bernardinas más arriesgadas que técnicas. Mató de estocada completa pero desprendida y, aunque el toro tardó en doblar, cobró una oreja de ley. El presidente, con buen criterio, aguantó la fuerte petición de la segunda.

Al que cerró plaza, Lorenzo le exprimió cuanto tuvo. Siempre en su sitio, intentó robarle las embestidas con cuentagotas. De nuevo expuso variedad, improvisó en el final con una especie de luquecinas y el sainete que dio con la espada no le privó del reconocimiento de Teruel. También puede volver.

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