"No pensaban vernos tan pronto", dice el guardia que localizó a los tres espeleólogos

El agente que contactó con los excursionistas atrapados en la gruta del Vallecillo dice que estos ya se preparaban para racionar la comida.

Los espeleólogos y sus rescatadores se acercan a la entrada de la cueva tras superar los sifones.
Los espeleólogos y sus rescatadores se acercan a la entrada de la cueva tras superar los sifones.
G. Civil

"¡Ya están aquí, ya están aquí!", oyó gritar el guardia civil Manuel Oliveros, uno de los dos agentes de los Grupos de Rescate e Intervención en Montaña (Greim) que el miércoles localizaron sanos y salvos a los tres espeleólogos desaparecidos en la cueva la Obriga de El Vallecillo. Contactaron con los excursionistas tras superar un tramo de gruta anegado. Terminaba así, felizmente, un periodo de 35 horas de aislamiento de los tres deportistas al quedar bloqueados por la súbita inundación de varios sectores de la cavidad debido a una tormenta. "Fue un momento muy emotivo", relató el agente, ya de vuelta en su base de Panticosa (Huesca).

Los excursionistas, procedentes de la Comunidad Valenciana y experimentados en la prospección de cuevas, corrieron hacia sus rescatadores. Mostraron extrañeza por su rápida localización cuando ya se disponían a racionar la escasa comida disponible –habían llegado al fondo de la caverna con las reservas de un espeleólogo porque confiaban en regresar antes de necesitar el resto– para pasar en la cavidad "hasta una semana", como admitieron tras salir.

Aunque aseguraron que no se sintieron en peligro en ningún momento y que no pasaron "penalidades", Oliveros señaló que, al verle llegar con su compañero de los Greim, los tres espeleólogos se mostraron "sorprendidos y satisfechos" por el fin de su encierro. "No esperaban que el rescate llegara tan pronto", recordó el guardia civil.

Los encerrados –Miguel Azcona, de 38 años y vecino de Valencia; Marzo Moreno, de 49 años y residente en Villareal (Castellón); y Félix Montoliu, de 47 años, de Villarreal– dejaron "hitos" en la cueva para facilitar su rescate. Manuel Oliveros recuerda que dibujaron una flecha en el barro apuntando a la leyenda "vivac" –el campamento improvisado donde se acomodaron–, un letrero de "estamos vivos" dibujado en el suelo y una cámara de fotos con una instantánea de ese mismo indicador –la dejaron a más altura por si la crecida borraba la inscripción–.

Debido a la subida continuada del nivel de segundo sifón –el primero lo vaciaron los bomberos tras extraer 150.000 litros de agua–, los tres hombres montaron su vivac 200 metros más adelante, en una zona elevada y protegida de una posible crecida. Cada 40 minutos, regresaban al tramo inundado para seguir su evolución. Cuando finalmente salieron a campo abierto, explicaron que, aunque pensaban salir por sus propios medios, el lento descenso del nivel del agua en los sifones les desanimó y les convenció de que solo una intervención exterior les iba a liberar.

El agente del Greim reconoció que el paso por los segmentos inundados fue una dura prueba a la que nunca antes se había visto sometido. Relató que dos compañeros del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) tendieron, previamente, una cuerda-guía a la que agarrarse para atravesar el curso anegado, que describió como "un charco lleno de un líquido marrón donde no se podía ver nada ni con el foco del casco y las gafas de buceo". Lo cruzó a tientas dándose "golpes contra la paredes de roca" mientras avanzaba.

Resaltó que mantener asida la cuerda-guía fue vital porque soltarla equivalía a "estar perdido" en medio de aquella charca de agua fría y "chocolatosa". Los buzos del GEAS les apoyaban con una bombona de aire para respirar bajo el agua. La dificultad se reprodujo en el camino de vuelta cuando se sumaron los tres espeleólogos, que también se estrenaban como buceadores. El agente relató que hubo "mucho nerviosismo" para completar el paso inundado y la operación se desarrolló con "mucha lentitud".

El rescatador reconoció que al no ver a los desaparecidos al salvar el segundo sifón se "preocupó" ante la posibilidad de que hubieran sufrido algún accidente en los tramos más profundos, por donde discurre un río. El caudal estaba "muy crecido" por una tormenta que el martes dejó 40 litros por metro cuadrado.

Los tres espeleólogos salieron por la boca de la Obriga a las 21.30 en perfecto estado de salud. Montoliu, el único que tenía un conocimiento previo de la gruta, reconoció que, aunque estaba "tranquilo" en su refugio, sintió "un subidón" al estrechar la mano de los rescatadores. Su compañero Miguel Azcona admitió que no tuvo miedo en su habitáculo subterráneo, pero "se está mejor fuera".

Félix Montoliu afirmó que antes de entrar en la Obriga consultaron los partes meteorológicos, que no preveían la tormenta que anegó los sifones. Su principal preocupación al verse recluido fue la alarma causada "a los de fuera". "Sentimos mucho lo ocurrido", dijo Montoliu, que resumió el episodio como "una mala experiencia" que deja "buen sabor de boca" por la eficaz actuación de los equipos de emergencias, cuyo "enorme curro" agradeció.

El alcalde de El Vallecillo, Pascual Giménez, pendiente del rescate desde el primer momento, también manifestó su "agradecimiento" a la Guardia Civil, a los bomberos y a Protección Civil de la Sierra de Albarracín. El Ayuntamiento se encargó del avituallamiento de los efectivos desplegados: 35 guardias y 5 bomberos. Giménez apeló a la "responsabilidad" de los numerosos aficionados a la espeleología que se adentran en la Obriga, la cueva más larga de la provincia. Recordó que la cartelería y la información de este enclave alertan del peligro de inundación, que convierte una cueva de tránsito fácil en una trampa.

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