En busca de los Amantes de Teruel escondidos

Se cumplen ahora 80 años de la búsqueda de las momias de los Amantes de Teruel escondidas en algún lugar seguro durante los violentos ataques durante la Guerra Civil.

Primera fotografía obtenida de las momias de los Amantes de Teruel al ser encontradas en el cementerio de las religiosas del Convento de Santa Teresa
Primera fotografía obtenida de las momias de los Amantes de Teruel al ser encontradas en el cementerio de las religiosas del Convento de Santa Teresa
Francisco Martínez Gascón / Archivo Heraldo

Esta semana se cumplen 80 años del fin de la batalla de Teruel durante la Guerra Civil. Tras este hecho comenzó la desesperada búsqueda de dos símbolos históricos para los turolenses: Los Amantes y el Torico. Las momias de los Amantes llevaban cinco meses escondidas en una cueva por un buen turolense, para ponerlos a cubierto del riesgo de cualquier cañonazo, pero... ¿en qué cueva? ¿Seguirían allí o alguien las encontró y se las llevó?

Las malas lenguas contaban que las habían sacado de las urnas donde descansaban en la Iglesia de San Pedro, para llevarlas a Valencia.

El enviado especial de HERALDO DE ARAGÓN, Eduardo Fuembuena, fue a buscarlas y detalló el 23 de febrero de 1938 cómo se dedicó -junto a tres muchachos turolenses- a buscar las momias sin descanso, para devolverlas a la ciudad mártir. Unas momias tan desaparecidas como el Torico, que ya no lucía en la plaza principal de la ciudad tras ser derribada por un proyectil la columna que lo sostenía.

Así contó Fuembuena para HERALDO la citada búsqueda:

Los tres personajes son chavalillos de Teruel, el mayor no cuenta aún los catorce años.

Vamos calle de San Pedro arriba, saltando por entre los escombros de las casas -apartando cables y esquivando alguna que otra bomba de mano que cayó sin estallar- en busca de una cueva en la que, según todas las referencias, fueron ocultadas las momias de Diego de Segura e Isabel de Marcilla.

Rebuscamos por todas las cuevas de las rondas de la calle de Valencia y en las inmediaciones de la iglesia de San Pedro, bajamos a los sótanos del Banco de España -convertidos en enormes montones de ruinas- damos la vuelta a la Glorieta y caminamos cerca de media hora por el subsuelo de Teruel, sin encontrar rastro alguno de las históricas momias. Los muchachos nos alientan en la busca.

- Pues tienen que estar, porque uno de aquí las escondió antes de que entrara el enemigo. Después del Torico, ese Torico que tantas veces admiramos con orgullo y emoción, firme en el pedestal de su plaza, aguantando bombardeos y cañonazos, los restos de los Amantes son las más preciadas reliquias que guarda Teruel.

Por eso, al pisar la ciudad, nuestro primer deseo fue conocer la suerte de quienes dieron a Teruel renombre mundial. ¿Se los habrán llevado también como el Torico para pasearlos por las calles de Valencia?

Un prisionero nos asegura que no. Dice que los primeros días, por orden del subsecretario de Propaganda del Gobierno Republicano, varias patrullas de Asalto se dedicaron a la busca de las momias y como no aparecieron, llegaron a ofrecer un premio de cinco mil pesetas a quien las presentara en el Gobierno General de Aragón.

Seguimos rebuscando por los  sótanos de Teruel. Hallar los Amantes, devolver sus restos venerados a la ciudad profanada ha constituido casi nuestra única obsesión de la jornada, pero no hemos podido encontrarlos. Sin embargo, alguien nos dice que quien los escondió está con nosotros, que en la España liberada hay quien sabe dónde se guardan las históricas reliquias y yo, que estuve todo el día buscándolos por Teruel, reclamo desde estas columnas a quien sepa de su paradero, con objeto de que Diego e Isabel, espíritu y temple de un pueblo que honrándolos se honra, vuelvan otra vez a sus urnas, que no serán las de la iglesia de San Pedro, porque la horda la destruyó, pero podrán ser las de cualquier templo zaragozano.

Llamada telefónica a HERALDO con buenas noticias

El día 23 de febrero de 1938 llamó a la redacción de HERALDO un turolense para avisar que él sabía dónde estaban las momias de los famosos Amantes de Teruel.

Eduardo Fuembuena se pone manos a la obra, acompañado de dos grandes amigos, turolenses de corazón: el alcalde don José Maicas y el teniente de alcalde don Alonso Bea.

- ¿Y los Amantes?

- No os preocupéis. Están seguros.

Insistimos. Queremos verlos, saber dónde están, y al fin, nuestros buenos amigos nos encaminan hacia el sitio donde se encuentran los amantes.

Comienza la búsqueda de los Amantes de Teruel

Entramos en el convento de Santa Teresa. Es aquí donde vamos a encontrar a las momias famosas; no en las ruinas del de Santa Clara, como se dijo en los primeros momentos.

Atravesamos el edificio, que por cierto es uno de los mejores conservados de Teruel ya que el enemigo lo utilizó como hospital hasta las últimas horas, y empezamos a descender a los sótanos.

No hay luz. Unas linternas nos van señalando el camino. Entre colchones reventados, sábanas desperdigadas, sillas rotas, trozos de vendajes y frascos rotos de material de cura, descendemos por cuatro naves de camas desvencijadas.

Estamos a once metros debajo del suelo de Teruel. Profundizamos en una galería y al fondo de la cueva, en una pequeña rinconada que es el cementerio de las religiosas, encontramos las dos momias y junto a ellas el cadáver de un miliciano republicano.

En este rincón fueron descubiertas las momias de Isabel de Segura y Diego de Marcilla cuyas arnas aparecen en la fotografía.

En este rincón fueron descubiertas las momias de Isabel de Segura y Diego de Marcilla cuyas arnas aparecen en la fotografía. Francisco Martínez Gascón / Archivo Heraldo

El espectáculo no puede ser más tétrico. Es el primer sitio del mundo en el que hemos visto convivir a los gatos y las ratas. Aquel cadáver, con sus ojos inmensamente abiertos, parece vigilar la estancia. Diego e Isabel, en sus urnas respectivas -sobre las que trepan algunas arañas- no han sufrido el más leve daño. Tienen, eso sí, mucho polvo, mucha suciedad por todas partes, debido a que se rompieron los cristales, pero los esqueletos aparecen intactos. Únicamente Isabel de Segura presenta algún destrozo en su mano izquierda.

El alcalde de Teruel las contempla un buen rato.

- Ya sabía yo que las encontraríamos

Terminaba el relato con una reflexión: Sería un honor para Zaragoza acoger provisionalmente las históricas momias, ya que ahora todo Teruel está en ruinas, y al hacerlo daría motivo para que una vez más el pueblo zaragozano exteriorizara su devoción por esta admirable ciudad.

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