La plaza de toros de Teruel, escenario de un torneo medieval entre ágiles caballeros

Un numeroso publicó participa en uno de los espectáculos más llamativos de la fiesta de las Bodas de Isabel

Los jinetes mostraban su destreza a lomos de sus caballos
Los jinetes mostraban su destreza a lomos de sus caballos
Javier escriche

El albero de la plaza de toros turolense se convirtió este sábado en el escenario de un torneo medieval, un juego de justas en el que han participado doce avezados jinetes representando el papel de los más importantes caballeros de Aragón durante el siglo XIII.

La competición ha reunido en las gradas del coso taurino a un público muy numeroso que ha podido disfrutar de la destreza con la que los jinetes manejaban sus monturas entre balas de paja, estafermos, aros de fuego y dianas.

La música de gaitas, tambores y dulzainas propiciaba la inmersión en otra época, en la que los reyes seleccionaban a sus mesnadas –escoltas camino de las batallas– mediante juegos de habilidades a lomos de sus caballos.

Por la plaza de toros han cabalgado personajes representando a Martín Sánchez Muñoz, barón de Escriche, una pieza clave en la dramaturgia de los Amantes por tener relación de amistad con Diego de Marcilla. Pero también figuraban en la escenificación Berenguer III, señor de Zaragoza, y el señor de Huesca y tenente de la villa de Ayerbe.

Con un montaje efectista y lleno de dinamismo, el torneo arrancaba con la intervención de los músicos de los templarios procedentes de la localidad oscense de Monzón para participar en las Bodas de Isabel. El sonido grave de los colosales bombos llenaba la plaza de un ambiente cargado de solemnidad, que se ha acrecentado con el pequeño homenaje tributado por los jinetes a uno de sus compañeros fallecido recientemente. Un minuto de silencio, solo roto por las cuerdas de violines, era suficiente para recordar a José Pescador y provocar que las gradas quedasen enmudecidas por la emoción.

Poco después, la música de fanfarrias daba la bienvenida al rey niño, Jaime I, un pequeño al que acompañaban algunos personajes de la recreación teatral, como Pedro de Azagra, y representantes de la nobleza y el clero.

En total, cincuenta personas han participado en el espectáculo ecuestre: los doce jinetes, más los escuderos y la comitiva real.

Participar en la mesnada

El público, que contemplaba el acto sin inmutarse a pesar de la súbita bajada de la temperatura experimentada por la tarde, descubría que mesnada es el conjunto de hombres armados que acompañaban a los monarcas en época medieval camino de las batallas. Y lo averiguaba después de que el narrador haya dado a conocer que el premio concedido a los ganadores del torneo lo constituía el honor de formar parte de ese grupo de aguerridos combatientes.

Provistos de cascos y lanzas, los doce jinetes iban demostrando sus capacidades para golpear a una minúscula diana, clavar la lanza en una bala de paja o coger aros sin detener el trote del caballo. El fuego, el mayor temor de los equinos, no lograba frenar las carreras de los caballeros cuando las llamas prendían de algunos de los elementos con los que se ponía a prueba la pericia de los hombres sobre sus caballos.

El espectáculo terminaba tras haber alcanzado una gran interacción entre el público y los personajes de la representación. Los espectadores animaban desde las gradas a los más diestros y reprendían a los que manifestaban una mayor torpeza mostrando el dedo pulgar hacia abajo.

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