Ponce acaricia la puerta grande en el homenaje a Víctor Barrio

Ponce y Morenito de Aranda cortaron una oreja en cada toro y quedaron a un paso salir a hombros.

Enrique Ponce este sábado en el coso turolense.
Corrida de toros en Teruel
Antonio García /Bykofoto

Como reza la copla interpretada por Inma Vilchez en los prolegómenos del festejo, hace un año se abrieron las puertas del cielo para recibir a un torero. Hace un año, Teruel se llenó de crespones negros y España entera lloró la muerte de Víctor Barrio. Son muchos los homenajes que, en su memoria, se han celebrado desde entonces. Ninguno tan sincero como el de este sábado.

Un escalofrío recorrió los tendidos al ver asomar por el patio de cuadrillas a Curro Díaz y Morenito de Aranda, los dos hombres que descubrieron la muerte en los ojos del caído. Hoy iban acompañados de Enrique Ponce, vestido de grana y oro -como murió Barrio- para terminar de sacudirnos la memoria hacia aquella tarde de 9 de julio.

El valenciano volvió a honrar su profesión, arropando a sus compañeros y ensalzando su infinito compromiso. Era la primera vez que mataba una corrida de Adolfo Martín, y a punto estuvo de abrir la puerta grande. El presidente le negó la segunda oreja tras una faena que alargó en exceso.

Frente a un toro noble y enclasado, Ponce expuso todo su repertorio, basándose en la despaciosidad y en el dominio de las distancias. Una tanda de circulares rematada con el de pecho en los terrenos del 1 puso en pie a la plaza, antes de que un espadazo demasiado trasero le privase del triunfo. Con un poco más de sensibilidad, el usía le habría concedido los dos trofeos a las primeras de cambio, pero se aferró al rigor y esperó a lo que sucediera después.

Con su segundo, al que volvió a castigar en varas, Ponce convirtió en fácil lo difícil. Durmió hasta las embestidas más deslucidas sobre ambas manos, y se adornó con los clásicos doblones y varios trincherazos de cartel. Su insistencia cuando el animal -repetidor pero sin excesiva fuerza- había bajado la persiana le llevó a escuchar un aviso sin haber entrado a matar. Seguidamente, introdujo un pinchazo hondo en todo lo alto y cobró su segunda oreja.

Morenito de Aranda también quedó a un paso de salir a hombros, después de cortar un apéndice en cada toro. De su primera faena, destacaron tres profundos naturales dibujados en los mismos medios. Con el que cerró plaza, el más armado del encierro, tuvo menos opciones. En el tercio de varas, el animal aparentó lo que no fue y Morenito puso todo de su parte para robarle algunos muletazos sueltos que no conectaron con los tendidos.

Y el peor lote fue, sin duda, para Curro Díaz. El de Linares no se sintió cómodo ante ninguno de sus oponentes, y tan solo pudo dejar detalles sueltos. A pesar de su desacierto con los aceros -mató de dos soberanos bajonazos-, Teruel le supo reconocer la entereza y la actitud. También a sus compañeros, despedidos con una sonora ovación. Era el aplauso dedicado a la grandeza del toreo. Era el aplauso por Víctor.

Emotivo recuerdo a Víctor Barrio en Teruel


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