El Torico y su pañuelo rojo desatan la euforia

Una vibrante multitud entusiasmada festejó ayer en la capital turolense el inicio de tres intensos días de Vaquilla. La ciudad se sumerge en un mundo de música y diversión.

Inicio de las fiestas de la Vaquilla en Teruel.
Inicio de las fiestas de la Vaquilla en Teruel.
Antonio García

La alegría inundó ayer todo Teruel cuando los dos peñistas de Los que Faltaban, Chencho Muñoz y José Antonio Sánchez, coronaron la columna del Torico y pusieron el pañuelo rojo al astado de bronce. La marea humana que aguardaba tensa y expectante la culminación de este acto que marca el inicio de los tres días grandes de la fiesta gritó hasta el éxtasis, convirtiendo la plaza del Torico en un lugar ensordecedor.

No fue del todo fácil el ascenso por este tótem de siete metros que soporta al principal símbolo de la ciudad. La emoción, la trascendencia del momento y la presión de las más de 7.000 personas que desde abajo jaleaban a los peñistas y a la torre humana que los impulsaba, restó soltura a todos ellos, que, no obstante, consiguieron su objetivo en pocos segundos.

El primero en llegar arriba fue José Antonio Sánchez, quien nada más asirse a las patas del Torico empezó a besarlo efusivamente y a levantar el puño repetidamente en señal de triunfo. Casi al mismo tiempo lo hizo Chencho Muñoz, que fue quien colocó en el cuello de la escultura el pañuelo rojo para, acto seguido, recorrer con su mirada toda la plaza del Torico señalando con una de sus manos en todas las direcciones. También besó al astado. Luego, ambos peñistas se fundieron en un intenso abrazo manteniéndose en lo alto, el punto, dicen, desde el que se tiene la mejor vista de Teruel, no tanto por la altura como por poder apreciar desde allí la tremenda pasión que los turolenses sienten por la Vaquilla.

Una vez abajo, la multitud sacó en volandas a los peñistas hasta un extremo de la plaza y a uno de ellos, a Chencho Muñoz, lo bandeó durante varios minutos.

El gentío entusiasmado llenaba la plaza del Torico hasta el milímetro. Tanto es así que parecía imposible que las dos peñistas encargadas de traer el pañuelo rojo desde el Ayuntamiento para proporcionárselo a Sánchez y Muñoz fueran a lograr abrirse paso. Pero un grupo de socios de Los que Faltaban caminaron entre la muchedumbre como si fueran una apisonadora y protegiendo a las dos mujeres, que fueron conducidas así hasta la base del Torico.

Difícil describir la catarsis festiva que experimentan los miles de asistentes a esta cita global en el Torico con la que se reciben tres días de Vaquilla caracterizados por una gran libertad de comportamiento y mucha interrelación personal. Para muchos, es una particular nochevieja turolense con la que dar paso a un nuevo año.

Inicio de las fiestas de la Vaquilla en Teruel.

Desde una hora antes, la plaza del Torico estaba llena de pandillas de jóvenes rociándose sin piedad con sangría y tiñendo sus camisetas blancas de granate. Los efluvios de la mezcla de licores que saltaban por los aires invadían el espacio y solo se mitigaban con el agua que desde los balcones lanzaban los vecinos para ayudar a combatir el calor al público apretujado. El resultado fue un reguero de agua negra que bajaba desde el Torico hasta el Óvalo por la calle Nueva.

Un barullo de silbidos, gritos, canciones tarareadas por la multitud y música de charanga componían la banda sonora de este acto desenfadado que desde hace algunos años es, con diferencia, el más populoso de toda la Vaquilla.

"Es la mejor fiesta del mundo" proclamaban Miguel y Eduardo, dos jóvenes de Val de Uxo (Castellón) fieles a la Vaquilla. También de la Comunidad Valenciana, Natalia y Lucía confesaban su admiración por un festejo "que no existe en ninguna otra ciudad". "Esta libertad que se respira y este buen ambiente son únicos", remarcaban.

Tras la puesta del pañuelo al Torico, vecinos y visitantes acudieron a los locales de las peñas, donde retumbaba la música de Djs y orquestas. En ‘El Campanico’, ubicada en el paseo del Óvalo, el escenario había sido tomado por vaquilleros que bailaban sin descanso aplaudidos por el público. La otra opción fue recorrer la ciudad detrás de una charanga al paso vaquillero, administrando fuerzas para aguantar los dos intensos días de Vaquilla que quedan por llegar. "Hemos venido a divertirnos y esta noche la vamos a vivir a lo grande", afirmaba Francisco Morcillo, un valenciano "enamorado" de la fiesta turolense.

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