El baile de San Roque pone a prueba la resistencia de los calamochinos

Trescientos bailadores recorrieron durante tres horas las calles de Calamocha danzando al ritmo de jota a pleno sol para reafirmar una seña de identidad local.

Los danzantes interpretan el baile de San Roque por las calles de Calamocha en dos filas con la imagen del santo en el centro.
El baile de San Roque pone a prueba la resistencia de los calamochinos
Javier Escriche

Desde bebés que observaban la procesión en brazos de sus padres hasta abuelos que ordenaban la comitiva, pasando por niños, adolescentes y adultos. Todas las edades se dieron cita ayer en la procesión de San Roque, que discurrió entre la iglesia parroquial de Calamocha y la ermita del santo en recorridos de ida y vuelta. El trayecto, que se prolongó durante cerca de tres horas bajo un sol radiante, puso a prueba la resistencia física de los trescientos danzantes que lo recorrieron bailando al ritmo de jota vestidos con impecables indumentarias blancas con los ligeros toques de color que aportaban las fajas azules y los cachirulos ajedrezados de rojo y negro.

El baile-procesión solo se detuvo para dar un respiro a los bailadores mientras los dicheros –voluntarios que toman el micrófono para recitar pequeñas composiciones humorísticas– recitaban sus versos retransmitidos por megafonía. El terminar, el invariable "¡Viva san Roque!" era la señal para reanudar la danza. Entre los temas abordados por los dicheros: la limpieza de las calles, las dimisiones de concejales del último año, la sequía que azota al Jiloca o la corrupción. Hubo también alusiones al Seisado Juvenil, una novedad de las fiestas de 2017 que sustituye a la tradicional corte de honor y que consiste en elegir por sorteo a seis quintos –3 chicos y 3 chicas– para representar a la juventud en los principales actos. También hubo referencias a familiares y amigos y a dos protagonistas de los festejos:el mantenedor, Chabier de Jaime; y el premio Batallador, Jesús Blasco.

El esfuerzo empapaba de sudor las camisas de los danzantes cuando llegaron a la iglesia parroquial, en torno a las 12.00. Los primeros puestos de la procesión los ocupaban niños de 3 o 4 años vigilados de cerca por sus padres. A continuación, adolescentes y jóvenes, para dejar los últimos lugares a los más mayores. Cerraba la comitiva la imagen de San Roque portada por cuatro costaleros y la Corporación municipal.

El alcalde, Manuel Rando, explicó la masiva participación en la danza por el arraigo que la fiesta tiene entre los vecinos. "Desde pequeños nos han inculcado este baile, que es una seña de identidad de Calamocha. Es la tradición que más nos llega al corazón", señaló Rando, que participó como danzante desde los 2 años hasta que un achaque de salud le apartó definitivamente. Reconoció que el primer año que no pudo bailar lo pasó "fatal". Aún ahora, décadas después de interrumpir su participación en el dance, lo echa "de menos".

La nutrida participación de las generaciones más jóvenes asegura la permanencia del baile con buena salud. La peña La Unión se encarga de enseñar la técnica a los más pequeños. Un danzante veterano se mostraba eufórico al ver "el ánimo y la implicación" de los adolescentes, "entre los que –destacó– predominan las mujeres". El bailador comparó las diferentes posiciones en la procesión "al río de la vida": con los niños que apenas puedan andar en primer lugar y los abuelos cerrando la marcha hasta que se retiran por imperativos de la edad.

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