"En la provincia de Teruel todavía se puede ser explorador"

Javier Magallón y Luis Toriijo han escrito un libro en el que relatan su ascensión a un centenar de picos distribuidos por las comarcas turolenses a lo largo de cinco años.

Magallón y Torrijo, delante del Torico, quetambién coronaron.
Magallón y Torrijo, delante del Torico, quetambién coronaron.
A. G./BK

Han subido a 100 puntas en Teruel inaccesibles al paso humano. ¿Tantas hay?

Javier Magallón: Muchísimas más, lo que ocurre es que se concentran en sitios específicos. Por ejemplo, en Les Gubies del Parrizal, hay 300, 500, las que quieras. En Las Agujas de Las Alhambras, al lado de Manzanera, también hay una barbaridad.


Cuentan en su libro que la más alta, Abraxas, en los Órganos de Montoro, tiene 270 metros. Los escaladores pirenaicos lo pueden tomar con cierto humor.

J. M.: Estamos en el Sistema Ibérico, aquí no tenemos las macroformaciones de las grandes cordilleras. Si son auténticos escaladores no les dará risa, porque algunas puntas no desmerecen nada. La complejidad no está en la altura, sino en el grado. A veces subir cinco metros es complicadísimo.


¿Cómo se ve la provincia desde allá arriba? ¿Tan despoblada como dicen?

Luis Torrijo: Muy despoblada y desolada. La gente se concentra en las cabeceras comarcales. Hay aldeas, como La Algecira –un barrio de Castellot­e– habitadas por una o dos personas. Y sitios casi salvajes cerca de casa. Para la escalada es una ventaja porque quedan muy pocos lugares en el mundo sin pisar por el hombre.


¿Y las cuencas mineras? ¿Son tan grises comodesde el suelo?

J. M.: Pues esa zona nos ha sorprendido. A priori es gris y negra por el carbón, pero tiene rincones auténticamente maravillosos. Es rica en puntas y barrancos preciosos. La Peña del Fraile, en Palomar de Arroyos, con la térmica de Escucha al fondo, ofrece un sorprendente contraste entre la naturaleza y la labor humana.


¿La tierra no está agotada por décadas de actividad minera?

J. M.: Desde el punto de vista natural, no, desde luego. Allí hemos escalado en hielo y hemos descendido por barrancos. Nadie la conoce por esta riqueza, pero quizá ha llegado el momento de que la gente abra los ojos.

Seis años para ascender a las 100 puntas, investigar sobre ellas y publicar un libro. ¿Una carrera de fondo?

L. T.: Yo sabía que esto era largo. Teruel es una provincia muy extensa –tiene 47.000 kilómetros cuadrados– y llegar a todos los sitios cuesta tiempo. Escalando habremos estado cinco años, tres de ellos muy intensos, pero a mí se me ha hecho corto. He sido muy feliz. Tampoco nos habíamos marcado un plazo.


Se han convertido en exploradores de la provincia. ¿Cuáles son los principales encantos del territorio turolense?

J. M.: La grandeza de Teruel está en el silencio, lo salvaje, los parajes desconocidos... Hay carreteras por las que parece que hayan pasado cuatro y el de la guitarra. Y eso es lo que debemos vender. Lo opuesto ya lo venderán Madrid y Nueva York.


¿Encontraron alguna punta sin rastro humano?

L. T.: Muchas. El libro refleja esta circunstancia. Hemos sido los primeros en ascender a varios picos. En Teruel aún existe la aventura por paisajes indómitos. Es una de las pocas provincias donde todavía se puede ser explorador.


Más de 10.000 kilómetros en coche para recorrer la provincia, cientos de horas colgados de las rocas y un gasto económico. ¿Ha valido la pena?

L. T.: Totalmente. El libro, el primero de escalada escrito en Teruel, es un legado para la sociedad. Subir a las puntas es para nosotros una forma de vida y cuando algo te apasiona, sigues con ello hasta que el reloj biológico te diga basta. No reparas en nada.


No es un libro de escalada al uso.

L. T.: No lo es. No es técnico. Es un libro de experiencias, poesía, fotografía, aventura, deporte. Tiene un montón de matices.


En él se divulga la cultura de cada zona. ¿Peligra su conservación?

J. M.: Sí. Por ejemplo, hemos cuidado mucho los topónimos para que no se pierdan, siempre atendiendo a lo que nos han dicho los más mayores del lugar. La gente joven da menos importancia a las costumbres y tradiciones, pero pensamos que deben mantenerse; están en nuestro origen.

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