La vida de Carmen cambió hace cuatro meses. En una revisión cotidiana, su ginecóloga le confirmó que estaba embarazada. La noticia fue recibida con incredulidad por esta joven de 24 años, a quien le habían asegurado que nunca podría tener hijos por un problema ginecológico y que además tomaba la píldora. Un cúmulo de contradicciones que no entendieron ni su pareja, con la que llevaba más de tres años, ni su madre (es huérfana de padre).

"Me vi tan sola, con tan poco apoyo que decidí hacer la maleta y abandonarlo todo en busca de una salida mejor. Al principio dudé mucho, pero ahora estoy encantada de haber seguido adelante con mi embarazo", apunta.

Con la maleta en el brazo recaló en la casa cuna Ainkare donde lleva viviendo varios meses y donde podrá quedarse hasta que su pequeño, un varón al que probablemente le ponga el nombre de Unai, tenga dos años.

"Aquí me apoyan mucho y la relación con las otras madres es muy correcta. Nos ayudamos en lo que podemos, pero echo mucho de menos el apoyo de mi familia, de mi madre y mi hermano".

Hace unos días, Carmen coincidió con ellos. "La respuesta fue tan fría que no supe reaccionar, así que no se si bajaré al pueblo para verlos en Navidad y poder hablar con ellos. Serán unos días diferentes, sin mis amigos ni mi gente", insiste.

Hasta que llegue el momento del parto, Carmen acude puntualmente a sus clases de peluquería en las que se ha vuelto a matricular. "Tengo que seguir formándome para darle la mejor vida posible a mi hijo".

Cuando le preguntan si tiene miedo al futuro lo tiene muy claro: "Estoy sola en la vida, puedo contar con los dedos de la mano a la gente que me apoya, pero espero hacerlo muy bien".