DEPENDENCIA

«Solicitamos el cambio de grado en marzo y la atendieron en noviembre»

Regina Oliveros ha pasado de ser dependiente severa a tener una gran dependencia, pero todavía no ha recibido un incremento en las ayudas.

Regina, alojada en la residencia Federico Ozanam, de Santa Isabel, junto a su hija Lidia.
«Solicitamos el cambio de grado en marzo y la atendieron en noviembre»
OLIVER DUCH

Cuando Regina Oliveros, 86 años, llegó a la residencia que la fundación Federico Ozanam tiene en el barrio de Santa Isabel, en los informes que traía aparecía catalogada como una dependiente severa, incluida en el Grado II, Nivel II.

Un par de semanas después, el equipo asistencial del centro hizo su propia valoración, analizando las condiciones físicas y mentales de la nueva usuaria, enferma de alzhéimer desde hace más de ocho años. Unas completas pruebas en las que se analizan actividades básicas como si puede subir o bajar unas escaleras, comer sola, lavarse, ir al baño, desplazarse o tomar decisiones de forma autónoma.

El diagnóstico fue claro, el nivel de dependencia de Regina era de Grado III Nivel II, gran dependiente. Esto fue el 9 de enero de 2009. Un año después, su hija Lidia Pérez, que visita a Regina todas las tardes, decidió solicitar una revisión en el informe de dependencia porque veía que «las condiciones físicas de mi madre habían empeorado ostensiblemente», apunta.

En marzo de 2010, acudió a informarse sobre las opciones de revisión, pero no obtuvo una respuesta positiva hasta el 16 de noviembre del mismo año, casi nueve meses después.

«Desde que la ley de Dependencia entró en vigor siempre me he sentido muy bien atendida, pero cuando acudí a recibir información sobre la revisión del grado de dependencia de mi madre, no me prestaron mucha atención. Luego, afortunadamente sí», recuerda Lidia.

Más ayuda económica

Desde hace tres meses, Regina está englobada oficialmente dentro de la categoría de gran dependiente, pero todavía no ha recibido un incremento en las ayudas económicas que recibirá como consecuencia de este cambio de valoración.

En un principio pasará a percibir una cuantía máxima de 625,47 euros, casi doscientos euros más de la ayuda que recibe actualmente y con la que contribuye a pagar una parte muy pequeña del coste de la residencia en la que está alojada.

«La decisión de ingresar a mi madre estuvo motivada por una serie de desgracias familiares. Yo trabajaba y ella por su enfermedad demanda toda la atención del mundo. Ahora, alguna vez me he planteado volver a llevármela a casa, pero es una cuestión muy complicada porque necesitaría la ayuda de alguien para poder cuidarla las 24 horas del día. Y aquí ella está muy bien», apunta Lidia.

En el caso de que Regina fuera cuidada por su hija, recibiría menos ayuda económica. «No nos han hablado de cantidades concretas, pero en internet he visto que podrían ser unos 416 euros», señala.