COMARCA DE CARIÑENA

Misma mano de obra, distintas condiciones

La realidad en el campo demuestra que, en época de vendimia, mientras muchos agricultores contratan de forma legal a los temporeros, las situaciones irregulares todavía no se han extinguido.

Inmigrante con ganas de trabajar en el campo. Mano de obra en potencia. Agricultor que necesita contratar temporeros para la vendimia. Posible contratista. Objetivo del primero: conseguir un empleo. Propósito del segundo: recoger la cosecha. Alternativas para hacerlo: firmando un contrato -legal- o sin rubricarlo -ilegal-. Situaciones contrapuestas para una misma realidad, pero que conviven en la práctica.


Los datos demuestran que el número de contrataciones irregulares en el campo se ha reducido respecto al año pasado, aunque siguen existiendo. Y el día a día en los campos aragoneses así lo demuestra. En la vendimia de Cariñena se dan las dos situaciones.


En el entorno del cruce con la carretera de Encinacorba, una decena de inmigrantes de distinta procedencia esperan una oportunidad para trabajar. A primera hora de la mañana y de la tarde, la zona se llena de extranjeros. Los más afortunados consiguen que algún agricultor baje la ventanilla de su vehículo y les invite a subir. En ese caso, trabajarán. Aunque eso no les garantizará empleo para el día siguiente. Recogerán uva por unos 6 euros la hora de media, pero no tendrán ni contrato ni alojamiento. Tampoco pueden conseguirlo. No poseen papeles para trabajar y muchos ni siquiera para residir en el país.


Modu tiene 35 años y es natural de Senegal. Llegó de Lérida a Cariñena y en 15 días solo ha trabajado tres. El año pasado ya estuvo en la localidad y también trabajó algunas jornadas sueltas.


Su vida transcurre con la mirada puesta en la carretera. "A primera hora de la mañana, vengo para ver si alguien me contrata. Y, por las tardes, vuelvo otra vez aquí", comenta este joven, que malvivía en la puerta trasera de la iglesia parroquial del municipio junto a una decena de compatriotas. Unos cartones, algún colchón, varias mantas y su propia ropa le ayudaban a soportar las bajas temperaturas que empiezan a registrarse por la noche y la humedad del lugar, que se hace patente en los múltiples desconchones de la pared.


"Comemos lo que compramos en el supermercado", comenta Modu, que lleva tres años residiendo en España. Mientras, espera ser contratado, algo que han conseguido ya unos pocos compañeros. Muchos inmigrantes huyen de la zona al ver una cámara de fotos, que también espanta a algún agricultor.


Estos últimos reconocen que se da esta práctica irregular. Aunque muchos justifican la necesidad de hacerlo en la escasez de previsión para la recogida y en los problemas concretos de los pequeños propietarios de fincas. Saben que la práctica no es legal, aunque les ayuda a recoger sus cosechas. No obstante, al oir hablar de las inspecciones de Trabajo aseguran que hay ocasiones en las que se sienten "como delincuentes" por necesitar mano de obra e insisten en las dificultades de los pequeños propietarios para ofrecer un alojamiento.


Con los papeles en regla


En el otro lado de la balanza y el que ahora más pesa está el caso de los empresarios agrícolas que contratan a todos los temporeros de forma legal. Es la situación de Miguel Simón, un agricultor de Cariñena de 38 años.


En su finca del paraje Carragarón en Cariñena trabajan una veintena de rumanos. Todos ellos tienen permiso de trabajo, unos papeles con los que Miguel Simón carga a diario. "Los llevo por si hay cualquier inspección de trabajo", comenta. Él contrató a todos los temporeros a través de la gestoría. Les paga a 7,80 euros la hora, incluida la seguridad social y trabajan de 8.00 a 13.00 y de 14.30 a 17.30.


La mayoría residen en pisos de alquiler en pueblos próximos o se han desplazado con sus familias desde Valencia y se han instalado en la localidad. Irinel Georgita es uno de los empleados. Tiene 27 años y lleva siete viviendo en España, donde se ha casado con una peruana. Tiene su domicilio en La Almunia y desde allí se desplaza a diario para trabajar en las fincas de Miguel Simón, propietario de la bodega Pago Cañalaba.


Su intención es quedarse a vivir en España. "Tengo todos los papeles en regla. Acabamos de tener un hijo y lo único que queremos es ganar dinero para poder comprar una casa y quedarnos aquí a vivir", apunta. Asegura que no tiene intención de volver a Rumanía. "La situación allí es muy mala", dice. En el campo también trabaja Vasilica, rumana de 48 años. En su caso, su intención sí es la de regresar a su país cuando consiga recaudar algo de dinero.