ZARAGOZA

Los últimos de la huerta

La Expo Paisajes 2014 puede acabar con otra zona de cultivo de Zaragoza, la de Las Fuentes. No es más que un nuevo golpe para un sector en peligro de extinción. La Asociación de Hortelanos reunía hace diez años a más de 600 personas. Hoy solo quedan 47

A comienzos del siglo XX, el entorno de Santa Engracia era una prolífica huerta plantada dentro de los límites de la ciudad. Como un anticipo de lo que pasaría cien años después, los fastos del centenario de los Sitios, culminados con la celebración de la Exposición Hispano-Francesa, acabaron con este espacio. Paradójicamente, otra Expo, la del presente año, supuso el fin de los cultivos de Ranillas. Había lechuga, acelga, borraja, alcachofa... Ahora, una nueva muestra, la que va a organizar Zaragoza en 2014, puede hacer lo propio con la zona de Las Fuentes si es finalmente la zona elegida por el Ayuntamiento.


Las huertas de Zaragoza, en una continua venida a menos acelerada año tras año, han tenido y tienen muchos más enemigos, 'expos'; aparte. Hace diez años, la Asociación de Horticultores de Zaragoza tenía más de 600 socios. Hoy quedan 47. De miles de hectáreas, a menos de 200. De un 10% de población activa dedicada a la agricultura, a un 4%. La expansión urbanística, los nuevos viales, la falta de relevo generacional, la dureza del trabajo, los nuevos hábitos de consumo de hortalizas, la fragmentación de los terrenos, la reglamentación europea... Una suma de factores ha provocado que los espacios de huerta sean casi un reducto.


Las Fuentes, Miraflores, Movera, Cogullada, La Cartuja, Utebo, Miralbueno, Garrapinillos, Juslibol, Montañana... Son las zonas verdes que quedan, y en la mayoría de los casos han visto reducido de manera notable el número de hectáreas. Aunque las pequeñas huertas de consumo propio siguen salpicando las tierras, las explotaciones son cada vez menos. El empuje y la presión que ha ejercido la ciudad hacia el extrarradio están acabando con ellas.


José Enrique Trullén tiene sus tierras en Miraflores, y cuenta cómo en esa zona "queda la mitad de lo que había". El Tercer y el Cuarto Cinturón restaron tierras de huerta. Próximamente lo harán el futuro campo de fútbol y los 3.600 pisos que lo rodearán. Los cultivos de José Enrique se quedan muy cerca. "Creo que oiré los goles", comenta. Tiene acelgas y borrajas, aunque aún recuerda cómo, cuando lo llevaba con su padre y su abuelo, tenían "escarolas, lechuga, puerros... y hasta flores, que vendíamos para Todos los Santos".


José Enrique es, además, el secretario de la Asociación de Horticultores de Zaragoza, una reunión de supervivientes en una huerta que agoniza. "La de Zaragoza siempre ha sido una de las huertas más fértiles de la península. Venía de los árabes y era una tierra buenísima", dice Javier Sánchez, secretario general de la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA), que no puede evitar hablar en pasado en referencia a las huertas.


Manuel Calle, presidente de la Asociación de Horticultores de Zaragoza, dice que hace quince años se cultivaba "cuatro o cinco veces más". "Y tenía salida", añade. Él tiene sus tierras en La Cartuja, donde hace cinco años instaló invernaderos. Cuenta que ahora se pensaría mucho volver a realizar esa inversión, evidencia de un futuro incierto. Tomó el relevo de su suegro "porque mi cuñado no quería saber nada", y planta con mimo acelga y borraja. "Antes teníamos mucha lechuga. Aquí venían camiones todas las semanas que se iban llenos a Barcelona, Madrid, Valladolid...", recuerda.


Ahora, las grandes superficies les han dejado a un lado y su producción va a las tiendas de barrio. Un sector comercial que, paralelamente, también ha venido a menos. Detrás de este fenómeno está el cambio de hábitos de consumo. "Los matrimonios jóvenes ya no se ponen a hacer borraja. Algunos te la tiran a la cara. Con los dos trabajando, lo que se lleva es abrir una bolsa, echarla al plato y comer", observa Manuel.


La zona norte ha sido otra de las más castigadas. Juslibol, por ejemplo, hasta comienzos de los años 70 tenía más de 1.100 hectáreas. "La mitad de la población tuvo que emigrar y buscarse la vida", cuenta José Luis Cantín, nacido en este barrio rural. Él tuvo que cambiar de vida a los 42 años y buscar un nuevo trabajo, después de quedarse sin apenas tierras. Las que tiene ahora las cede "gratis" a otra persona para que las explote, ya que sufre de la espalda. "Mejor que verlas desaprovechadas... y aún así él no saca dinero", apunta. Cree que "la huerta no tiene solución", y se lamenta de "la presión que Zaragoza ha hecho sobre Juslibol. Ha pasado de ser un barrio agrícola a un barrio dormitorio".


De domingo a domingo


Movera ha sido más respetado. Sin embargo, a Félix Larraz el Cuarto Cinturón le partió sus tierras en dos. Ahora, a sus 80 años, dedica la parte más pequeña a hortalizas para su consumo propio, mientras que en la grande tiene alfalfa. "Hace muchos años por aquí había mucha remolacha para las dos azucareras, la del Gállego y la de Aragón. Ahora ya no queda ninguna de las dos", rememora. Ahora, cuenta, "todos los jóvenes de Movera se van a trabajar en la capital". No lo dice como un lamento. Asegura que la pérdida de la huerta y la falta de relevo generacional no le da pena: "Tengo dos hijos y ninguno se dedica al campo. Si hay otro medio para ganarse la vida, mejor. El campo siempre ha sido muy sacrificado".


La huerta no llama a los jóvenes. Los 37 años de Manuel Calle, que está al frente de los horticultores zaragozanos, son una excepción. "Esto es muy esclavo. Piensa que es de domingo a domingo, y ahora no compensa. Antes te pegabas palizas y lo notabas, tenías una buena venta. Había riñas por el género. Había hasta 'barateros', que compraban las cosas peores a un precio más bajo. Ahora ya no. No tiene sentido hacer grandes inversiones en esto", lamenta. Su compañero de asociación José Enrique Trullén, de 54 años, recuerda que "toda la vida ha sido duro. Cuando tus amigos aún seguían tomando algo, tú te tenías que ir al 'Merca".


Las soluciones, si es que las hay, no son fáciles de encontrar. Lo que es seguro es que son urgentes. Para Javier Sánchez (UAGA), "esta crisis nos tiene que servir para reflexionar. Hay que mejorar las condiciones de los agricultores y favorecer las condiciones de las pequeñas explotaciones. Las políticas europeas las han machacado". Para José Luis Cantín, de Juslibol, "no tiene ninguna solución, a no ser que la ciudad junte las tierras y las dedique a parques agrícolas. En Londres funciona. El Ayuntamiento pone las tierras y las adecua como un servicio al ciudadano. El que quiere coge un trozo y planta sus cosas. Igual es lo que hay que hacer".


¿Qué pierde Zaragoza si pierde sus huertas? A parte del valor sentimental e histórico, se pierde una manera de consumo de hortalizas, la de toda la vida, lo que invita a la reflexión. "La ciudad pierde la verdura fresca del día. Aquí ha llegado de todo de fuera, hasta acelga italiana", advierte Manuel Calle. Como apunta Javier Sánchez (UAGA), "perderemos la proximidad con la tierra, la costumbre de producir al lado de donde vives y el valor de consumir lo que produces, no lo que te viene de lejos". De momento, a Zaragoza le quedan los últimos de la huerta. Como los denomina Sánchez, son unos "mohicanos, una especie de resistencia".