PATRIMONIO

Los tres entierros del Príncipe de Viana

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Marcos Miquel y Mariona Ibars, junto a los restos.
Los tres entierros del Príncipe de Viana
AITOR LAGUNAS

Hace algo más de un mes, la Generalitat de Cataluña sorprendió con una exhumación del rey Pedro III de Aragón más propia de CSI que de un estudio científico sobre un monarca medieval. Para alivio del contribuyente, no todas las operaciones de este tipo requieren tanto ceremonial. Algunas, justamente, pecan de lo contrario y rayan en el anonimato más absoluto. Como la de ayer en el Monasterio de Poblet: solo una historiadora y un restaurador despidieron casi en la clandestinidad los presuntos restos de otra figura clave en la historia de la Corona de Aragón. Los huesos que durante siglos se adjudicaron a Carlos, Príncipe de Viana y hermanastro de Fernando el Católico, volvieron a tomar sepultura después de ser analizados.

A media mañana, Mariona Ibars y Marcos Miquel aún debatían a la luz de un humilde flexo sobre la posible identidad de los restos. Porque si algo ha dejado clara su investigación es que en la tumba del Príncipe de Viana hay huesos de entre tres y cinco individuos, pero no del Príncipe. Mientras, fuera de las húmedas paredes de la sacristía vieja, los turistas completaban su ritual turístico ajenos a la trascendencia del momento.

Claro que no siempre fue así. La figura del Príncipe de Viana generó grandes adhesiones en su época, por el veto paterno que recibió su acceso al trono y su posterior caída en desgracia a favor de su hermanastro. No en vano, todavía se especula con un posible envenenamiento como causa de su fallecimiento, a los 40 años, en 1461. "Era uno de nuestros objetivos: determinar las causas de su muerte", apunta Ibars, historiadora e impulsora del 'proyecto Poblet'.

También despertó entusiasmo su regreso a Poblet, en 1935, después de un siglo de 'exilio post-mortem' en la catedral de Tarragona. Corrían los años de la II República y el Estatuto de Nuria, que restauraba el autogobierno de Cataluña. "La devolución de sus despojos a Poblet, todo un fenómeno social, sirvió para articular y favorecer cierto sentimiento contra el poder central", revela Ibars. Paradójicamente, el segundo entierro del Principe de Viana se gestó durante una visita de Alfonso XIII al monasterio en 1926. Tras visitar los restos de un monumento dañado por la desamortización de Mendizábal y la dejadez, el monarca solo acertó a pronunciar tres palabras: "una vergüenza nacional".

Exposición de los huesos

Alfonso XIII ordenó que se le expusieran todos los huesos regios que un mosén había preservado de la turba en 1835 y que después serían trasladados a la seo tarraconense. Y contactó con el camaleónico Eduard Toda, arqueólogo y diplomático, que inmediatamente comenzó a reconstruir los cuerpos con poca información y bastante imaginación. Suya parece la obra de ingeniería forense que ayer se enterró en Poblet: huesos de hasta cinco individuos, con dos núcleos completos (tronco superior y pelvis con extremidades).

"La columna vertebral presentaba un claro corte de sierra. Trataron de unir burdamente dos cuerpos para componer el pretendido Príncipe de Viana", señala el antropólogo valenciano Marcos Miquel. Pero ni uno solo de los restos pertenece al verdadero Carlos de Trastámara. "Un estudio con ADN mitocondrial, el más fidedigno que existe, desveló que ni los restos de su madre, Blanca de Navarra, se encuentran en la iglesia segoviana de Santa María de Nieva ni él en Poblet. O, al menos, no en su sitio", argumentaba Mariona Ibars.

Catorce años de una investigación artesanal a costa de su propio erario hacen mella en el discurso de Ibars. "Mi objetivo moral pasaba por devolver la dignidad a unos restos previamente profanados; abrir una tumba cerrada es una simple moda", critica. La Generalitat no le ha concedido ni un solo euro de ayuda, frente a los 750.000 euros que costará la fastuosa exhumación de Pedro III.