SALUD/ARAGÓN

Los menús escolares mejoran, pero en algunos sobran grasas y fritos

Varios expertos analizan para HERALDO las dietas de dos colegios, uno concertado y otro público. Los centros cada vez ofrecen más calidad pero las familias deben seguir enseñando a comer en casa.

Alba no quiere comer. Llora y llora, y mientras sus compañeros van ya por el postre, ella no prueba bocado del primer plato. A su lado, Borja, Jesús e Izarbe suspiran porque lleguen pronto en el comedor sanjacobos de segundo y más de uno pone cara de asco cuando le preguntan qué pasa cuando hay judías. Todos tienen sus gustos y las monitoras de comedor deben lidiar con ellos.


Pero superar todas estas manías y aprender a comer no es ninguna tontería. Muchos niños aragoneses (más de 28.700 solo en colegios públicos) hacen la comida más importante del día en sus centros escolares. Pediatras y nutricionistas coinciden en que las escuelas han hecho un esfuerzo considerable por ofrecer menús cada vez más equilibrados. No obstante, siguen estando algo sobrados de proteínas o de grasas, rebozados y bollería, en algunos casos. Además, y aparte de los platos en sí, coinciden en que el problema está muchas veces en los hogares, que delegan toda la educación nutricional en el colegio.


"En ocasiones, los niños comen más variado en el colegio que en casa", explican los pediatras zaragozanos Javier Membrado y Teresa Cenarro. "Lo importante es que aprendan a alimentarse para no padecer, por ejemplo, obesidad en el futuro, y eso se aprende en familia", coinciden. De hecho, ya hay menús escolares que recomiendan cuál debe ser la cena en casa.


También Marilourdes de Torres, delegada en Aragón de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), recuerda que en el comedor solo se ingiere un cuarto de la comida de todo el día.

HERALDO ha visitado esta semana dos comedores escolares, uno en un colegio público y otro en uno concertado. El primero tiene cocina propia y el segundo trabaja con un servicio de cáterin, Seral. Ambos presentan sus menús a los padres e intentan dar verduras y legumbres todas las semanas.


En el caso del colegio público Tío Jorge, los expertos aprueban el menú aunque creen que hay aspectos mejorables. Por ejemplo, de 19 días comparados solo en 5 aparece verdura lo que Teresa Cenarro considera escaso. Esta doctora también rechaza que se den fritos como croquetas, sanjacobos, patatas bravas o patatas chips de acompañamiento. Tampoco le agrada que se utilicen como postre bollerías de tipo industrial como bizcocho, cruasán...


En este cole, a veces se da leche de postre. Marilourdes de Torres no ve este como el final de comida más aconsejable. "Lo mejor siempre es una fruta y dejar la leche para merendar. Si se da, es mejor no acompañarla de bollería", explica.


Javier Membrado destaca que es un buen menú en cuanto a variedad y sabores (algo fundamental para lograr la aceptación de los niños) e insiste en que está bien en general. "No obstante, y aunque está equilibrado, quizá le sobran proteínas (demasiada guarnición proteica en los primeros platos) mientras que se echa en falta algo más de fruta, verdura y hortaliza", dice.


Por ejemplo, un día se da paella con conejo y costilla, y sería más equilibrado acompañarlo de ensalada que de pescado de segundo. Lo mismo pasa otro día que de primero hay alubias con chorizo.


La bollería industrial, prohibida


En el segundo menú, el del colegio concertado (Carmelitas), aumentan las raciones de verdura (al menos dos cada semana) y las de legumbres. Además, en la información que se facilita a los padres, se incluye cuál sería la cena recomendada, algo que se considera muy positivo.


"Este menú de cáterin es muy bueno, aunque siguen abusando un poquito del rebozado. Hay mucha verdura, mucha legumbre que es el mejor plato de nuestra dieta mediterránea, poca patata frita y los postres son lácteos o fruta y no aparecen productos de bollería", explica Teresa Cenarro.


De hecho, Alberto Martínez, que controla la calidad de estos menús en Seral, y Ángel Gargallo. responsable de comedores de la empresa, insisten en que se les ha prohibido dar bollería y en que han hecho un esfuerzo por ofrecer guarniciones menos grasas (por ejemplo, sustituyendo los embutidos por hortalizas o verduras). También van reduciendo los rebozados e incluyendo nuevas clases de pescado y verduras.


No obstante, ellos también notan que falta educación en casa. "Una madre me pidió que no le diéramos pizza al niño... pero porque si no, no sabía qué darle de cenar", recuerda Alberto Martínez.


Aparte de todo esto, Cenarro añade que igual que los colegios presentan a Educación al principio de curso las programaciones escolares, "tendría que ser obligatorio que en Salud o en Educación hubiera un equipo que valorara los menús y en función de su composición se aprobaran o no, ya que influyen mucho en los hábitos alimenticios", argumenta.