ACCIDENTES MORTALES

Los disparos fortuitos de escopeta se cobran doce vidas en Aragón desde 2001

El mes de enero dejó un cazador fallecido en Artieda y otro herido grave en Jaca, lo que ha reabierto el debate sobre las armas.

Imagen de archivo de una subasta de armas en la Comandancia de la Guardia Civil en Huesca.
Los disparos fortuitos de escopeta se cobran doce vidas en Aragón desde 2001
RAFAEL GOBANTES

Los expertos aseguran que el reglamento de armas es mucho más restrictivo en España que en otros países europeos. Sin embargo, son varios los accidentes mortales que se han registrado en las últimas semanas. Uno de ellos en la localidad zaragozana de Artieda, donde un cazador navarro perdió la vida el pasado 22 de enero durante una batida de jabalíes. Solo unos días después, otro aficionado francés resultaba herido de gravedad en una cacería similar organizada en la Peña de Oroel de Jaca. No falleció, pero recibió un impacto de bala en el abdomen y tuvo que ser trasladado de urgencia a la UCI del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Son los casos más recientes, pero no los únicos. De hecho, desde 2001, una docena de personas han sido víctimas de disparos fortuitos de escopeta en Aragón.


Según los datos que maneja la Guardia Civil, actualmente hay 75.099 licencias de armas en nuestra Comunidad. La mayoría son de la categoría D y E, reservadas a rifles y escopetas de caza. Aunque se pueden tener más, los titulares de estos permisos suelen contar de media con un par de armas. «No creo que sea tan sencillo obtener la licencia. Además de no tener antecedentes penales, hay que pasar un reconocimiento médico, superar una prueba teórica y un ejercicio práctico», explica el teniente Amador Soriano, responsable de Intervención de Armas de las comandancia de Zaragoza. «Y aunque varía, el porcentaje de suspendidos suele oscilar entre el 25 y el 35%», precisa.


Los especialistas del Instituto Armado no han apreciado variaciones sensibles en el censo de licencias durante los últimos años. Pero lo que está claro es que sigue habiendo bastantes interesados en apretar un gatillo. No en vano, las pruebas para la obtención de la licencia se convocan todos los meses y a cada una de ellas se presentan una treintena de personas. «Lo cierto es que la gran mayoría son varones. Puede que las mujeres apenas representen el 5% de las solicitudes», señala Soriano. «Hemos observado que también ha empezado a aumentar el número de peticiones por parte de inmigrantes, pero estas no superan aún el 10%», apunta.

 

Muy pocas armas cortas

Si obtener un licencia para usar armas de caza -mayor o menor- puede resultar complicado, mucho más difícil es conseguir la autorización para llevar una pistola o revólver. Este 'privilegio' está reservado a muy pocos: 249 en Aragón. «El propio reglamento dice que la defensa de personas o bienes, por sí sola, no justifica la concesión de la licencia», recuerda el teniente Amador Soriano. Por ello, son sobre todo militares o miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado retirados los que acumulan la mayor parte de estos permisos. Jueces, fiscales y algunas personalidades en situación de riesgo -principalmente, por amenazas terroristas- son los titulares de el resto.


Aunque a título particular resulta costoso conseguir autorización para portar pistola, la proliferación del número de empresas de seguridad privadas ha multiplicado el número de permisos de esta categoría en nuestra Comunidad. Actualmente, los empleados de estas compañías suman 1.558 autorizaciones. Se trata de una cifra muy similar a la que corresponde a los agentes de las distintas Policías Locales. Cada vez son más los municipios aragoneses que disponen de cuartelillo, lo que, irremediablemente, ha elevado el número de licencias. Actualmente son 1.683.


Pero si importante es conseguir el permiso de armas, tanto o más lo es mantenerlo. El plazo de renovación lo determina la categoría del arma, pero también la edad del solicitante. Y a partir de los 70 años, hay que pasar un examen anual. Cuando se alcanza esta edad, son muchas las personas que deciden deshacerse de sus armas entregándolas en las unidades de Intervención de las distintas Comandancias de la Guardia Civil. Algunas se subastan y otras directamente se destruyen. Solo en Zaragoza, cada año se funde un millar de ellas.