PATRIMONIO-ARAGÓN

Las religiosas aragonesas querían que los bienes regresasen al monasterio

Eran las últimas de la comunidad de cinco monjas que dejaron el cenobio sijenense en los años setenta para vivir en Barcelona.

María Antonia Doz y Josefa Avellanas fueron identificadas por la DGA en 1997 como las últimas religiosas vivas adscritas al monasterio de Sijena y, como explicó el entonces consejero de Cultura, su existencia rebatía en ese momento el argumento de la Generalitat de que los depósitos y ventas de bienes del cenobio eran legales porque no quedaban monjas de esa comunidad. Doz y Avellanas, además, señalaron en su día a quienes las visitaron su disconformidad por cómo se habían efectuado esas enajenaciones desde Barcelona y que su deseo era que las piezas de arte que estaban fuera de Sijena regresasen cuando el monasterio estuviese convenientemente restaurado.


María Antonia Doz, nacida en Castejón del Puente en 1904, y Josefa Avellanas, natural de Azlor, donde vino al mundo en 1924, abandonaron Sijena en los años setenta junto a otras tres compañeras: Ángela Opi, que era la priora y había nacido en 1908, Monserrat Canalda, que era la mayor, pues era de 1881, y Encarna Lorenzo (1900). Su destino fue el convento sanjuanista de la Bonanova, en Barcelona.


Poco después, las supervivientes de ese grupo de cinco cambiaron nuevamente de residencia al asentarse, junto a las sanjuanistas barcelonesas, en el convento de Valldoreix, en San Cugat del Vallés. La construcción de este cenobio debió de ser, precisamente, uno de los destinos de los fondos que se obtuvieron tanto de la venta del edificio de la Bonanova como de numerosos bienes de Sijena. La directora de esas operaciones fue Pilar Sanjoaquín, que era entonces la priora de las monjas catalanas y, además, la madre federal (equivalente a superiora) de la orden de San Juan.


El alcalde de Villanueva de Sijena, Alfonso Salillas, visitó Valldoreix a principios de 1997, el año en que saltó a la prensa el escándalo de las ventas del patrimonio aragonés. En esa fecha, solo quedaban con vida Doz y Avellanas. El edil manifestó a HERALDO tras esa visita que las monjas no eran conocedoras de la polémica, pues creían que los bienes de su comunidad de origen habían salido del monasterio en depósito y que regresarían cuando se acometiera una necesaria restauración del edificio.


Salillas aseguró que, al contarles lo que estaba sucediendo con esos bienes, las monjas, de 92 y 72 años de edad entonces, "se echaron a llorar". Según Salillas, las religiosas tenían "mucha nostalgia" de Sijena y "no se sentían bien tratadas en Cataluña".


Pilar Sanjoaquín, que falleció hace tres años, según la actual madre federal sanjuanista, Sor Virginia, fue quien, cuando ya no vivía Ángela Opi, firmó los tres contratos de compraventa con la Generalitat y quien también vendió varias fincas agrícolas de Sijena que estaban en arriendo desde tiempo inmemorial y alquiló el monasterio a sus actuales moradoras, las hermanas de Belén. María Antonia Doz falleció en Valldoreix en 1998. Josefa Avellanas expiró dos años después, al parecer, en el monasterio de las dominicas de Nuestra Señora de Los Ángeles, también en San Cugat del Vallés.