EDITORIAL

Las deudas de Roldán

CON quince años de cárcel, los últimos en tercer grado penintenciario, Luis Roldán ha purgado el periodo en el que, desde su puesto de director general de la Guardia Civil, desempeñó lo que la Audiencia Nacional calificó como «actividad delictiva incesante». Ese saqueo a las arcas públicas, decisivo para que el Gobierno socialista que le nombró fuera castigado en las urnas, no quedó impune. Roldán, que comenzó su carrera política como concejal del Ayuntamiento de Zaragoza, fue condenado por sus graves delitos. Pero el hecho de que sea hoy un hombre libre no significa que la historia pueda darse por terminada: nueve millones de euros sin devolver y la extraña desaparición de Paesa, el hombre que le entregó a la Policía española, lo impiden. La salida a la calle de Roldán coincide en el tiempo con casos de presunta corrupción en varias instituciones de España. Los abusos de poder, el mal uso de la alta responsabilidad encomendada a políticos y altos cargos son una amenaza al sistema democrático que ha de conjurarse por todos los medios. Por desgracia, los ciudadanos no siempre perciben ese esfuerzo en la medida deseable. De ahí que haya que extremar los controles y profundizar en la regeneración de la vida pública.