SOBRE TODO, EN AGUAS SUBTERRÁNEAS

La CHE augura "serios" problemas de calidad por nitratos y sales en muchos ríos de la cuenca

La contaminación por nutrientes es la mayor presión que sufren las aguas de la demarcación. Se debe sobre todo a los usos agrarios, que también aceleran la salinización

Los técnicos de la Confederación auguran problemas de calidad "serios" por exceso de sales y de nutrientes -en especial, de nitratos- en los tramos medios y bajos de muchos ríos de la cuenca. Según se recoge en el documento preparatorio del nuevo Plan Hidrológico del Ebro, la situación actual de las aguas superficiales de la demarcación es "en general satisfactoria". No obstante, si las tendencias observadas en los últimos años se mantienen, la contaminación difusa y la salinización pondrán en peligro el buen estado ecológico y químico de un número "considerable" de cauces.


De hecho, la CHE ya califica las fuentes difusas de contaminación como "la mayor presión" sobre la cuenca. A diferencia de los vertidos puntuales de origen urbano e industrial, este tipo de contaminación se debe, fundamentalmente, a las actividades agrícolas -tanto en secano como en regadío- y a las ganaderas.


Estos usos generan efluentes que proceden tanto del abono de las tierras de cultivo como de la gestión de los purines y que acaban llegando a las aguas subterráneas y superficiales provocando problemas de contaminación difusa. Los más habituales los causan los nitratos y otros nutrientes que favorecen la eutrofización de las masas de agua, pero también hay que controlar sustancias como los plaguicidas.


Tendencias desfavorables


La contaminación difusa afecta a considerables extensiones de la cuenca y provoca que bastantes masas de agua se encuentren en riesgo de no cumplir los objetivos marcados para el 2015 por la Directiva Marco del Agua -algunas no los alcanzarán seguro-.


Según reconoce el esquema de temas importantes de la demarcación, la directiva europea sobre nitratos no ha conseguido una disminución apreciable de las concentraciones de este tipo de nutrientes. En este sentido, el documento cita un estudio del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA) de la DGA que analiza la evolución de los nitratos durante el periodo 1975-2004 en los principales ríos de la cuenca. De las 31 estaciones controladas, la concentración de nitratos aumentó en 22.


Por otra parte, de los 20 tramos de ríos en los que la CHE evaluó la presencia de nitratos en 2006, 12 presentaban una concentración elevada, 4 estaban en un nivel moderado y solo 4 ofrecían cantidades bajas. Los puntos con más problemas se encontraban en zonas en las que se recogen los retornos de los grandes sistemas de riego: el río Arba -Bardenas-, el Clamor Amarga -Canal de Aragón y Cataluña-, el Alcanadre y el Flumen -Riegos del Alto Aragón-.


Por si fuera poco, el documento preparatorio del nuevo Plan Hidrológico del Ebro recuerda que las principales presiones por la contaminación difusa las sufren las aguas subterráneas. Los acuíferos afectados descargan en los cursos fluviales directamente o a través de manantiales aportándoles los nutrientes que eutrofizan el agua. Afortunadamente, la presencia de plaguicidas en el subsuelo no se considera preocupante por el momento.


La presencia de contaminación difusa en las aguas subterráneas de la cuenca también ha sido evaluada por la Confederación. El análisis de los acuíferos en 157 puntos de la demarcación ha permitido detectar 30 zonas afectadas por los nitratos o en riesgo de estarlo, 15 de ellas en Aragón.


En cuanto a los plaguicidas, de las 587 muestras estudiadas por el organismo de cuenca entre 2003 y 2007 solo 27 contenían alguna de estas sustancias, y de ellos únicamente 10 superaban los límites establecidos.


Un proceso natural agravado


Las predicciones de la CHE se repiten al referirse a la salinización de las aguas, un fenómeno que en la cuenca del Ebro se da de forma natural debido a que su territorio cuenta con amplias formaciones geológicas ricas en sales.


El problema es que ese proceso se agrava por la acción del hombre. Las 900.000 hectáreas de regadío existentes en la demarcación, situadas en su mayor parte en zonas llanas asentadas sobre materiales de elevada componente salina, fomentan que el agua disuelva las sales del suelo y el subsuelo transportándolas tanto a las masas de agua superficiales como a las subterráneas.


El incremento de la salinidad natural puede afectar tanto a los ecosistemas como a los distintos usos del agua. Las zonas de cabecera de la demarcación no tienen, por lo general, ese problema, pero desde la parte central del Valle del Ebro hasta el Delta regantes, industrias y abastecimientos están afectadas por el exceso de sales -en algunos casos impide el consumo para agua de boca-.


Al igual que sucede con los nutrientes, el problema es especialmente acusado en épocas de escaso caudal y en las zonas de retorno de los grandes sistemas de riego. El CITA también ha estudiado la evolución de la salinidad en el periodo 1975-2004, y los resultados muestran un incremento generalizado en los ríos de toda la cuenca. La CHE subraya que es necesario estudiar a fondo este fenómeno para establecer estrategias que permitan controlarlo.