La osa Sarousse, asentada en la zona del Turbón, ha protagonizado este verano varios ataques a explotaciones apícolas. El cambio de hábitos del plantígrado ha generado una gran inquietud y temor entre estos colmeneros que reconocen su preocupación por esta nueva situación que pone en peligro tanto su economía como su propia seguridad. "La trashumancia de las colmenas se realiza por la noche, que es el momento en que las abejas se encuentran tranquilas, y ahora cuando la llevamos a cabo estamos con los oídos atentos a todos los ruidos del monte por si nos aparece un oso hambriento a pocos metros y manipulando un alimento que le gusta mucho", comenta Walter Godoy, un productor residente en la localidad de Suils y con colmenas en Gabás que, con su familia, ha sacado adelante la empresa La abeja maña y un montón de proyectos relacionados con la miel.

Godoy ha sido uno de los apicultores que ha sufrido la visita del oso. "Fue hace mes y medio. Tengo un pastor eléctrico protegiendo las colmenas, pero pasó por debajo, rompió una colmena y, con la espalda, debió tocar el cable y recibir una descarga que le ahuyentó", explica, recordando que para un oso la miel "es un manjar" y que, como tiene la piel muy gruesa, no experimenta ningún temor a las picaduras. 

Según Godoy, los ataques del plantígrado generan grandes pérdidas no solo por la destrucción física de las colmenas, sino por la pérdida de los enjambres y el "desbaratamiento" de todo el trabajo que hay detrás, "que cuesta mucho de recuperar".

Tras el ataque recibido por sus abejas, Godoy comenta que la cuadrilla del oso creada por el Gobierno de Aragón ha reforzado la instalación del pastor eléctrico, pero que el animal es muy hábil y que es difícil controlar sus andanzas, como ha podido constatar personalmente, ya que en un par de ocasiones ha detectado rastros y deterioros en el material protector. "Una vez que ha probado la miel, yo sabía que iba a volver", sentencia.